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FORO SOBRE LA LEYENDA DE FLORENTINO Y EL DIABLO – Edgar Colmenares del Valle

FORO SOBRE LA LEYENDA DE FLORENTINO Y EL DIABLO

(TERCERA ENTREGA)

Édgar Colmenares del Valle

Academia Venezolana de la Lengua

Cantaclaro, Florentino y el Diablo en el Diario de un llanero. (III)*

 

Édgar Colmenares del Valle

 

*Torrealba, Antonio José. 1987. Diario de un llanero. (Edición y estudio por Édgar Colmenares del Valle). Caracas: Universidad Central de Venezuela, Gobernación del Estado Apure; 6 vols. 6: pp. 449-455.

-De seguro, vale, que la tumba de Florentino se perdió en el medanal del cementerio y borracho y sin familia, ¿quién la iba a cuidar?, ni túmulo tendría. A mi padre Agamenón sí le oí hablar de sus parrandas y lo mucho que se decía de su encuentro con el Diablo. El año pasado, que fui a alumbrar a mis muertos, a Evaristo, a mi padre, a la mamá Páez y algunos de la Asociación de Mutuo Socorro, la estuve buscando cerca de un querevere donde yo sé que estaba, pero el palo se secó y no la encontré. Lo que sí tengo son dos cantos de estilo antiguo donde él canta con el Diablo. El primero es un corrío y dice:

Florentino:

Yo canté con el Demonio

en las galeras del Pao,

y le dije en una copla

con versos bien afilaos:

es maldá que usté me tenga

en su libreta apuntao,

ya me lo gané cantando

en San José de Tiznao.

 

Diablo:

Aquí tú me pagarás

las verdes y las maduras,

adonde canto me asiento

y mi arrogancia perdura,

no estoy lejos del infierno

me vengaré en tu locura.

 

F.- Tanto como eso no harás

por más que quieras hacer,

tú me fuiste a pintar

y se te cayó el pincel,

ratón pensaba ponerle

al gato su cascabel.

D.- Cascabel tengo bastante

en cada cacho tengo uno,

en el rabo tengo siete

muy cerca de la cintura,

el que cantare conmigo

ha de tener gran soltura.

 

F.- Eso mismo digo yo

cantando el Nuevo Callao,

siempre he cantado con tino

no he sido un pobre arrendao

y como no bebo aguardiente

no soy un hombre arrastrao.

 

D.- Si quieres vente conmigo,

yo te hago rico y valiente,

de los hombres el más hombrón

un gran conquistador de gente,

si tienes educación

hombre y jurisprudente.

F.- Soy payador del Apure

y de toda Venezuela,

soy seductor de muchachas

y de las mujeres buenas,

me he ganado los poetas

encantando las sirenas.

 

D.- Yo no te pregunto eso,

o es que yo no me explico;

quiero conquistarte a ti

y hacerte un hombre rico,

serás el gobernador

de Venezuela enterito.

 

F.- Jamás yo he querido mando,

sólo quiero ser feliz;

cuando salí del Apure

de nadie me despedí,

las piedras sudaron sangre,

el sol dilató en salir.

 

D.- Feliz conmigo estarás

si conmigo has de vivir,

te nombro segundo jefe,

dueño de gran porvenir,

conquistador de muchachas

y por ñapa un adalid.

 

F.- Conquistador soy bastante

y dueño del porvenir,

soy poeta relancino

mi fama tú la has de oír,

de todos los payadores

mi voz iguala un clarín.

 

D.- Yo quiero que tú conozcas

adonde está el fuego eterno,

y contemples las riquezas

del palacio del infierno,

adonde tengo las suegras

aromatizando el incienso.

 

F.- De mi empresa se colige

para no aceptar tus dones,

fiel amigo del cristiano,

no acepto proposiciones,

soy enemigo de los curas

y soy de las Tres Personas.

 

D.- No me vengas con refranes

nombrando lo que no debes,

se acerca la madrugada

y el porfiar poco le deja,

no mientes lo celestial

ya veremos por quién queda.

 

F.- Usted no me gana a mí

ni  que pinte pajaritos,

mi pensamiento está en Dios

con un amor infinito,

la cruz es mi cabecera

y mi amigo San Benito.

 

D.- Padre nuestro hecho caballo

casé mi burra paría,

ya don Florentino viene

a nombrar lo que no debía,

pero antes que cante el gallo

le veo sus mañas vencías.

 

F.- Sálgase de los infiernos

deje quieto las mujeres,

usted negocia con ellas

sin reparar en la pérdida,

y si sigue en su porfía

le va a dá un susto San Pedro.

 

D.- Las mujeres no las dejo

porque conquistan los hombres,

y me gano al Ser Supremo

con mis condecoraciones,

y al tener mayor número

yo lo supero en persona.

 

F.- Las mujeres se lo ganan

si son más inteligentes,

al fin lo dejarán limpio

por querer conquistar gente,

y también son más devotas

y con esto se defienden.

 

D.- Las mujeres a mí me quieren,

me conocen y en mí fían,

en los bailes de aquelarre

las brindo con mis bebidas

después que bailan bastante

se opiparan mis comidas.

 

 

F.- En los bailes de aquelarre

las que bailan son las brujas,

son mujeres vagabundas

por eso es que se conducen,

ésas no creen en Cristo,

de su doctrina se burlan.

 

D.- Ellas no quieren a ese hombre,

pero quieren a Leonardo,

que es el jefe de aquelarres,

siempre lo andan buscando

para quitarle dinero

o la Historia de San Cipriano.

 

F.- Pues anda vete, negrito,

conozco tus intenciones,

para tú ganarme a mí

tienes que entrá en mi persona

y están entre mi corazón

las Tres Divinas Personas.

 

D.- Me lo llevo, Florentino,

ya me lo llevo ganao;

a mí no me la ha hecho perro

que no me la haya pagao,

uste va para el Infierno

no me dejará burlao.

 

F.- Oigan, muchachas pagüeñas,

del cañaveral de Guama,

no den su brazo a torcer

porque tienen buena fama,

hay que reventar al Diablo

para quitarle sus mañas.

 

D.- Oigan, muchachas pagüeñas,

del cañaveral del río,

albricias pido, señores,

que ya Florentino es mío

porque lo tengo sujeto

ganado en palabrerío.

 

F.- Negrito, tú eres andino

pero comiste casabe,

los andinos no lo comen

tan sólo el Diablo comió

y como el Diablo es andino

con Cristo se disgustó.

 

D.- Florentino, no me envaine

con tu alma cargaré yo,

de que te gano te gano

pues gran tino tengo yo

para llevarte al Infierno

sin que lo sepa tu Dios.

 

F.- Padre que estás en los cielos,

a voz dijo cualquier hombre,

santificado es y sea

tu santo y bendito nombre,

haz que el Diablo se reviente

o de la caída se asombre.

 

El Diablo pegó un berrío,

en esto el gallo cantó,

dio un gran brinco por el aire

y en el Infierno cayó;

los diabletes se asustaron

cuando el Diablo ahí cayó;

Florentino se reía

dos veces al Diablo ganó,

la concurrencia asustó,

y el arpista por el susto

el Nuevo Callao paró.

 

El segundo canto a que se refiere el narrador es una glosa que, con algunas variantes, también se incluye junto con una versión de Florentino y el Diablo en el Tomo I del Diario de un llanero. Véase: Cuaderno N° 11: pp. 162-164 y pp. 166-167.

 

Yo me encontré con el Diablo

en las Galeras del Pao,

me dijo que me tenía

en su libreta anotao.

 

En un gran baile que había

en las galeras del Pao,

vi un hombre, alto él

con los ojos muy pelaos,

recordé que lo avisté

en San José de Tiznao,

pero le vi las espuelas

y me dije no lo llamo

y fue en aquella parranda

yo me encontré con el Diablo.

 

Me arrimé al diapasón

y de esta manera le hablo:

hablo con todo el común,

el género vividero,

con el mulato y el indio,

con el blanco, pardo y negro,

con los chicos y con los grandes,

con el anciano y el mancebo,

y a los dueños de la casa

quiero saludar primero.

El negro se me arrimó,

traía un ojo cerrao,

me dijo ya estás aquí,

en las galeras del Pao.

 

Él se arrimó donde mí,

nos pusimos a cantar;

él me hablaba de riquezas

cómo es cosa natural,

yo le hablo de la gloria,

él me solía barajar;

oiga, pues, mi compañero,

si quiere jugar mi partía;

bien grabado en su memoria

me dijo que me tenía.

 

Si me vuelves a ganar,

yo te concedo el perdón,

ahora no me negarás

que en canto soy superior

y como hombre soy hombrón.

-¡Negrito, tú eres el Diablo!

yo no estoy equivocao;

Máter cristi, cuántas veces

En mis noches te he invocao,

ora por nobis, regina,

magnífica y sin pecao,

y es maldá que uste me tenga

en su libreta anotao.   

 

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Intérprete: Pancho Prim.

 

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LOS CABALLOS DE FLORENTINO

 

Guillermo Jiménez Leal

Después de la publicación del ensayo “Los Florentinos”, en 1987, obra de Víctor Mazzey González,  (La casa de Bello, Caracas), pudimos descubrir que, en realidad, llegan a cuatro las versiones que de la leyenda “Florentino y el Diablo” escribió Alberto Arvelo Torrealba. En efecto, la obra de Mazzey nos revela que el poeta barinés, antes de 1940 –fecha de la primera versión en verso-, Arvelo estaba trabajando en una versión teatral de esa temática, versión que abandonó y que llevaba por título “Las mocedades de Florentino”. En 1950, aparece la segunda versión, en nueva edición del libro “Glosas al cancionero”, con el título “Florentino, el que cantó con el Diablo”. En realidad, esta versión había aparecido dos años antes en la edición aniversaria del diario “El Nacional” (1948). Finalmente, es editada como libro separado, con más de mil versos, con el nombre “Florentino y el Diablo”, en 1957.

A lo largo de ese largo trabajo, nos llaman la atención los cambios de caballo que el poeta le endosa a Florentino. En la versión teatral, el caballo es un rucio. En efecto, en ese texto y en lo que será el acápite ‘El reto’, el autor dice:

“…

Y entre las patas del rucio

 vio relucir el jagüey.”   

 

Luego, en la versión de 1940, con la misma rima, el poeta escribe:

“…

Y en las patas del castaño

ve lo claro del jagüey.”

 

Pero en la versión de 1957, aún cuando conserva el caballo castaño en ‘El reto’, en la última rima, acápite titulado “Ecos lejanos repiten”, escuchamos en voz de Florentino:

 

“Mi cruz son el horizonte

Y el rumbo de mi alazán”     

 

Ahora bien, ¿por qué el poeta le cambia el caballo a su personaje?, o, en todo caso ¿por qué le cambia el color, es decir, el pelaje? Difícil es aquello de escrutar los albedríos íntimos de un escritor, sobre todo con el vuelo poético de Arvelo Torrealba; sin embargo, nada nos impide el darle rienda a los tiros del alma cantadora, cuando de literatura se trata, y en esos asuntos, veamos:

Entre la versión teatral y la de 1940 –como vimos-, el poeta refacciona dos versos cambiando tres elementos: 1. el pelaje del caballo –castaño en lugar de rucio-; 2. la preposición entre, por en; y 3. el verbo relucir lo sustituye por el adjetivo claro, adjuntado el verbo ver, cambiándole a éste el tiempo –ve lo claro-. En esta refacción, -conociendo el rigor métrico de Arvelo- no sabemos si disminuyó la cantidad silábica de la preposición por aumentarle una sílaba al pelaje de la bestia, o si fue a la inversa. Notemos por otra parte que la preposición entre, mete el caballo en el agua y la otra preposición lo saca; ¿será relevante este detalle? En el caso del adjetivo –claro- en lugar del verbo –relucir-, pudiera pensarse en una decisión de corte estilístico, por cuanto el uso de dos verbos en seguidilla –vio relucir- siempre ha tenido un peso no muy estético. En cambio la expresión ‘vio lo claro’, manteniendo la imagen de luminosidad sugerida en el verso, es más ligera y abierta, y por supuesto, más llanera.

En el caso del tercer caballo –el alazán-, no percibimos contradicción temática, puesto que, entre ‘El reto’ y ‘La porfía’ existe un lapso cronológico evidente, justificante de cualquier cambio de esa índole. Más bien creemos que el poeta, en este punto, pudo regocijarse –en la amplia consonancia de la a– con la ínclita imagen de la cruz formada por el rumbo del caballo y la línea del horizonte; si esta fuera la circunstancia, el pelaje alazán, le venía de gracia.

De colofón, traemos un detalle del contraste dialéctico entre ecología y preceptiva literaria, revelados en este punto de la obra arveliana, en la misma estrofa: El personaje –Florentino- llega en ‘El reto’muerto de sed– a un paraje donde hay agua. En la versión teatral se habla del Caño de los Muertos, y en las demás, del Caño de las Ánimas; pero curiosamente, al siguiente verso –sujeto de nuestras reflexiones anteriores- introduce el vocablo americano ‘jagüey’, ecológicamente opuesto a la noción de ‘caño’. Para el llanero un caño es un curso estrecho de agua, lo que es un riacho en español usual. En cambio, un jagüey es agua estancada, natural o artificialmente. Arvelo Torrealba, eminente conocedor del llano y su ecología, no ignoraba esta diferencia. Entonces, ¿acomodo preceptivo por la consonancia de la “e”?

 

 

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LA MAJADA DEL DIABLO

Germán Fleitas Núñez

 

Detrás del corrío´ “La Majada del Diablo” de Germán Fleitas Beroes, hay una larga historia. Lo que hace pensar que fue compuesto para un público muy pequeño, para quienes conocían esa historia.  Recoge una de las tantas leyendas que rodeaban de misterio al “Hato de la Cruz” de la familia Mier y Terán cerca de Cazorla en las llanuras del Guárico. (Los llamaban “Los Rubios” porque eran rubios, de Ruente-Cantabria).

El poeta, mi padre, conocía muy bien esas leyendas, porque eran tema de conversación en Camaguán, Guayabal y Cazorla y por confidencias familiares, ya que su abuela, doña Susana Peralta Lavaud de Beroes (cazorleña) era hermana y comadre de doña Mercedes Peralta Lavaud de Mieriterán, nativa de El Calvario,  esposa de don Braulio Mieriterán, uno de los Rubios. Ellas eran hijas ¿o nietas? -según don Ricardo Montilla- de don Antonio Peralta, andaluz del pueblo de Dos Hermanas,  casado con Ascensión Lavaud  y quien a sus 92 años, jinete en briosa mula, recorría todas las madrugadas, hasta los últimos confines de los hatos “La Rubiera” y “Las Ánimas”, cerca de Cazorla, de los cuales era caporal de sabana. Don Braulio y doña Mercedes eran los padrinos de bautizo de la madre del poeta, doña Susana Beroes Peralta de Fleitas Fleitas.  Ella siempre mencionó con cariño a su Tío-Padrino. “No lo recuerdo, pero he conservado durante más de noventa años, una morocota de oro, con la cara del Rey Carolus III de España, que me regaló en la pila bautismal y siempre he mantenido familiaridad con sus hijos, mis primos hermanos Mieriterán Peralta”. Don Braulio era hijo de don Candelario Mieriterán, nieto de don Sebastián Mierterán Matos “El Mozo” de familia materna consejeña, bisnieto de don Sebastián Mieriterán y tataranieto del Teniente Juan Vélez de Mieriterán, el primer Rubio. Era quinta generación.

Al tiempo el hato se llamó “La Cruz Rubiera” y terminó llamándose “La Rubiera”, que le dio hasta una nueva palabra a la lengua castellana. Entre realidad y ficción fueron poblando la imaginación popular de historias fantásticas algunas de las cuales fueron recogidas por el médico calaboceño Francisco Monroy Pitaluga en su libro Leyendas de Cazorla.

Una de las leyendas contaba que, una tarde, al primer Rubio se le presentó un personaje misterioso y le ofreció  cercarle su extensa propiedad de 160 leguas, en una sola noche, con estantillos de samán.  Era trabajo para muchos hombres durante muchos días, pero en la madrugada, ya “la majada” estaba no sólo terminada, sino hecha de estantillos de corazón de alcornoque, madera muy dura, liviana y sonora, de la región de Cantabria, con la que se labran las castañuelas.  Cuando el rico hacendado le pidió que completara el trabajo y le pusiera las diez trancas al tranquero, el personaje se negó porque formarían cinco cruces. Ante la insistencia el hombre “reculó” y se fue envuelto en llamaradas. Era “El Diablo”. Desde entonces llamaron a la cerca: “La majada del Diablo”. Aún existía a comienzos del siglo pasado cuando el general Juan Vicente Gómez compró la finca por veinticinco millones de bolívares, Pasaron muchas cosas. Tiempo después “El Rubio don Sebastián” hizo un pacto con “El Diablo” y todo comenzó a enderezarse. Tan grandes llegaron a ser sus rebaños, que cuando El Libertador le solicitó cuatro mil caballos para remontar al Ejército de Apure que vendría con Páez para Carabobo, le mandó a preguntar que “de qué color los quería”.

 

Antonio Barsey, José Romero Bello y Juan del Campo

 

 

El Carrao de Palmarito, José Romero Bello y Juan del Campo

 

El Espanto de la «Rubiera».

La brisa llanera, la brisa de siempre, conoce la historia de cada sabana, conoce la historia de cada palmera, conoce la historia del hato y del caño. Me dice al oído que en aquel lindero hace muchos años, hace siglo y medio, enterraron vivos a un hombre, a un caballo, a un perro y un toro, por orden del dueño.

Y ella misma cuenta que aquí en esta tierra,

aunque no haya cintas de alambre clavadas

ni estén los vaqueros vigilando puertas,

no salen los toros que “pitan” adentro

Ni enlazan las sogas que vibran afuera.

¡Misterio! ¡Misterio! -las cosas del llano-

El potro retinto que esconde al hatajo,

el toro de fuego que cuida el rebaño,

el perro de azufre que ahuyenta a los hombres,

el alma del negro que vive rondando…

(Germán Fleitas Beroes, 1955).

Por supuesto, quién no conozca esta historia no podrá entender “el corrío”. Está narrado inicialmente por el poeta quien describe el ambiente festivo y luego, acicateado por la punta que le tira su amigo de infancia, continúa cantado en primera persona por el propio Florentino, “un viejo, recién llegado” quién se presenta de repente en un parrando en el que no lo están esperando, lo reconocen al entrar, lo reciben con alborozo y despierta la admiración reverente de los presentes quienes deletrean su nombre en voz baja, como se musita una oración. El tiempo había pasado. Así debieron recibir a los próceres de  la independencia que regresaban de la guerra, para que apagadas las luces de la gloria, contaran sus hazañas. Así se ve ahora a Florentino, como un personaje histórico, ganador de la batalla más difícil, en la que hizo triunfar el bien sobre el mal.

Ya no es el recio cantador lleno de vida y de ingenio que aceptó el reto de Satanás, lo enfrentó y lo derrotó, sino un anciano que tiene la garganta “por el canto maltratá´”, nostalgioso, autobiográfico, es el Florentino “viejo”, aunque todavía le queda “un poco de malicia y facultá”´. Es el Florentino Lovera de Camaguán. El poeta lo reúne con los grandes de su juventud; el cuatrista de Kirpa Antonio Zárate, José Cupertino Ríos Viñas (Cupertino) y Pedro Pablo Molina (Pedro Pablo), a quienes la imaginación popular deseaba reunir alguna vez».

Un viejo amigo, camaguanero como él, Pedro Pablo Molina, “le tira una punta” para obligarlo a contar su hazaña y echar su cuento. Su canto debió despertar igual emoción que la que los relatos que en cada plaza de pueblo, en cada sala familiar y en cada corredor de pulpería, despertaban a su alrededor los hombres que habían luchado por construir una Patria. Florentino era ahora uno de ellos; un héroe popular que había ganado la batalla contra el enemigo más poderoso. Y eso también era hacer Patria.

“La majada del Diablo” comienza con una décima y un romancillo que describen el parrando, bellamente dibujado por Carlos Cruz Diez para ilustrar “Tolvaneras” el libro de su amigo el poeta, publicado  en 1954. Seguidamente un amigo de juventud del Florentino camaguanero, Pedro Pablo Molina, le tira la punta que lo hace cantar.

 

LA MAJADA DEL DIABLO

 

El Arpa se abre camino

y cruzan por sus entrañas

como en un duelo de arañas

las manos de Cupertino.

La maraca lanza un trino,

al mismo tiempo que amarra

tres cintas en su guitarra

un viejo recién llegado

que al entrar es saludado

por los gritos de la barra.

Hay un revuelo en la sala,

el maraquero ni toca,

no hay ojo que no se asombre,

y vuelan de boca en boca

como si tuvieran alas

las sílabas de su nombre:

¡FLO….REN…TI….NO!

 

Indio astuto, Pedro Pablo

la punta al viejo le tira:

¡aquí dicen que es mentira

que cantaste con el diablo!….

 

Florentino corta en seco

la risa del mujerío

y goza escuchando el eco

cuando levanta el «tañío»:

Intérprete: Natividad Díaz.

 

-Señoras y caballeros,

buenas noches pa’ empezá

arrímense al pie del arpa

que los quiero saludá.

Yo nunca he dicho mentira,

soy una historia sagrá;

y aunque tengo la garganta

por el canto maltratá,

todavía me queda un poco

de malicia y facultá.

 

El nombre de Florentino

me lo puso mi mamá

en homenaje al perfume

de la albahaca morá;

quedé solito en el mundo

cuando empezaba a gateá,

mi cuna fue la sabana,

mi libro la soledá,

mi padre el Cajón de Arauca

que me enseñó a caminá.

Recuerdo que estando mozo

compré una guitarra fiá,

el gusanillo del verso

me comenzó a taladrá,

me gustaban los arpegios,

 

me gustaba improvisá,

anduve de pueblo en pueblo

con mi guitarra terciá,

no hubo cantina en los llanos

que no me oyera triná,

y fue creciendo mi fama

hasta que una madrugá

con un negro pelo en pecho

me pusieron a cantá.

 

Eso fue junto a Cazorla,

de Calabozo p´allá;

el tipo que me sacaron

era faculto ´e verdá,

tenía más letras que un libro

y la sabia administrá;

ni el mismo Jefe Civil

conocía su identidá,

era un negro dientes de oro

con la lengua colorá

Nos cogimos verso a verso

en una «quirpa» tramá,

yo no lo perdía de vista

ni lo dejaba pensá,

lo buscaba en la revuelta,

le cambiaba la toná,

con adjetivos y verbos

le puse una trampa armá;

me dijo desde el principio

la tabla e´multiplicá

la suma y la división

y también la de restá;

era bueno en Geografía

mejor en Urbanidá,

de Gramática sabía

más que una niña graduá;

me habló de Sucre y Bolívar,

de Pichincha y Boyacá,

y de Cristóbal Colón

desde su misma llegá.

 

El arpa volvió tres veces

al punto de comenzá,

revueltas y más revueltas

y los dos como si ná,

hubo un momento en que el negro

puso la cara amarrá,

buscó la rima en el aire

y no la pudo encontrá.

-Ya ése es tuyo Florentino,

me dijo una voz sagrá,

si con la pura garganta

lo quieres desparpajá,

recuérdale al pié del arpa

«aquello de la majá»….-

era Dios que me alentaba,

y la garganta cansá

me la sentí fresquecita

como palma llovizná.

 

Cuando el negro se repuso

me arrebató la picá,

me dijo que había traído

un parte sin novedá,

y que era más peligroso

que una culebra encuevá.

Le respondí con aplomo

sin quitarle la mirá:

Arrímese caballero,

que le voy a recordá,

el hombre que tiene rabo

carga la lengua amarrá

si le puso dos tranqueros

de samán a la majá,

métale las cinco trancas

que la quiero ver cerrá,

póngamele las diez cruces

de a dos en cada cruzá

yo no recibo corral

con la puerta destrancá.

 

El negro cambió e´color,

no me pudo contestá,

yo con la cara hacia arriba

y el con la cara agachá;

cuando le hablé de las cruces

fue tan grande la espantá,

que se llevó siete cintas

de alambre en la reculá.

Está demás que les diga

que la gente alborotá,

clavó la rodilla en tierra

con intención de rezá;

y aquel hombre misterioso

sin quitarnos la mirá

contra el perfil de la luna

se volvió una llamará.

 

Era el Diablo compañeros,

esa es la pura verdá.

Yo nunca he dicho mentira,

soy una historia sagrá.

 

Dios alienta a Florentino y le indica que recuerde “aquello de la majá” porque Él también lo recuerda. Y “El Diablo también” y tal vez algunos más. Entre ellos es “cosa sabida”, pero no para todo el mundo. Parece como si el poema hubiera sido escrito como las parábolas aquellas: “Para quién sepa entender”.

En el poema se menciona tres veces a “la guitarra”. Primero cuando al llegar, Florentino “amarra tres cintas en su guitarra” que aún cuando no dice de cuales colores son, nos lo suponemos; segundo cuando dice que compró “una guitarra fiá” y por último cuando dice que anduvo de pueblo en pueblo “con su guitarra terciá”. Cabe destacar que se está refiriendo al “cuatro” que no es el hijo de la guitarra sino su padre. Cuando los españoles llegaron a Amperuca no conocían a la guitarra española porque aún no existía. Trajeron la vihuela, madre de todos los instrumentos de cuatro cuerdas en nuestro continente.  Se llamó “guitarra” que quiere decir “cuatro cuerdas”.  El cura Espinel le puso dos más y se la llamó “guitarra grande” y entonces a la de cuatro cuerdas la llamaron “guitarrita”. Pero los llaneros le siguieron diciendo guitarra y hablan de “Con maraca y guitarrero”.

Este poema fue publicado en varios periódicos y revistas de la época, en el libro “Tolvaneras” con ilustraciones de Carlos Cruz Diez y grabado por José Romero Bello, Natividad Díaz y otros. Recientemente lo he oído bellamente interpretado con buena música y buena voz, grabado por Juan Farfán y varios cantadores colombianos, pero “colombianizado”; por ejemplo, donde el poeta dice: “Eso fue junto a Cazorla de Calabozo pa´allá”, le pusieron “Eso fue en Villavicencio saliendo pa´ Bogotá”, lo cual cambia el escenario del llano venezolano por el colombiano y donde el propio Dios alienta a Florentino y le dice:  “Ya ese es tuyo Florentino”, se lo mutilaron y le pusieron: “Ese es tuyo Juan Fernando”. Quitarle el nombre de Fleitas Beroes y alterarle la letra para que se crea que es otro el autor, es un acto de piratería y deshonestidad   intelectual que se podría justificar en un concierto para engañar al público; pero cambiarle el escenario venezolano por el colombiano es despojar a una patria hermana de su más grande  patrimonio espiritual. Quitarle el nombre de Florentino a la voz de Dios para ponerle el propio del cantante es una parejería y un sacrilegio, pero también se puede justificar en un concierto como parte de la gran mentira, pero grabarlo en disco, montarlo en Internet y hacerlo grabar por otros cantores para que se consolide el engaño, ya es el colmo. Han descontextualizado a una de nuestras mayores leyendas sin el menor respeto. Muchas piezas con letra del mismo autor han sido grabadas y registradas en Colombia como de otros autores, entre ellas “Guayabo Negro“, “Una casita bella para ti”, “Aquella Noche”, “Caminito verde” y otras, pero sin mutilarles ni alterarles las letras. Hasta premios han recibido esos piratas por ser autores de esas composiciones ajenas. Y eso lo hacen quienes se dicen defensores del folklore.

 

 

LA NOVELA Y EL POEMA

 

La leyenda de “Florentino, el que cantó con “El Diablo”, tiene dos monumentos literarios que son la novela de Rómulo Gallegos y el poema de Alberto Arvelo Torrealba; y al parecer, tienen un origen cercano.

Contaban mi tío Pedro Fleitas Beroes y su alter ego Blas Loreto Loreto, que Arvelo Torrealba (de quién eran amigos) visitó al “Cabezón” don Juan de Guruceaga en su editorial de la “Tipografía Vargas” y le entregó los originales de una novela corta para que se la publicara.   En ella narraba la vieja leyenda llanera del contrapunteo de “Florentino y El Diablo”. “Pónmela en el escritorio y acompáñame a los talleres para que ojees el primer ejemplar de una nueva novela de Gallegos llamada “Cantaclaro”.

Se arrellanaron sobre sendas gigantescas resmas de papel de imprenta y allí pasaron el resto de la tarde. Cuando don Juan regresó a su oficina, la carpeta no estaba. Llamó a Arvelo y al saber que se la había llevado, le preguntó si pensaba hacerle alguna corrección y la respuesta fue lacónica: “No, don Juan, la rompí”. A los pocos días apareció uno de los grandes poemas venezolanos que ubicó a Arvelo Torrealba junto con Francisco Lazo Martí como los dos poetas mayores de la poesía llanera y venezolana.

Conocíamos bien su poesía, como casi todos los jóvenes de mi generación y porque era amigo de mi padre; pero además tuve la afortunada oportunidad de conversar con él, porque era abogado y llevaba un juicio en el Tribunal Segundo Civil en el cual yo era el Archivero. Desayunamos juntos durante mucho tiempo en el cafetín de los tribunales. Lo acaparaba; Cuando llegaba, lo estaba esperando en una mesita, con dos empanadas y dos jugos de naranja. Hablábamos mucho, le mandaba papelitos a mi padre y leía los que él le mandaba. Algunos eran muy divertidos, otros muy serios y hasta irreverentes. Yo los iba guardando y una vez convine con su hijo Alberto Arvelo Ramos en publicarlos por la Universidad de Mérida.

El poeta me favoreció con su amistad y me hizo el inmenso honor de glosar mi copla de los “cien corazones”, la cual copio al final de este escrito.

En uno de los papelitos mi padre le decía:

“Alberto: en la primera versión de tu poema, “El Diablo” no tenía dientes de oro; en cambio en “La Majada del Diablo”, el mío “era un Negro Dientes de Oro con la lengua colorá”.  Pero en tu nueva versión “El indio pico de oro con su canto lo saluda”, Lo que quiere decir que tu Diablo además de Maligno, tira las manos al retozo, porque le robó un diente de oro al Diablo mío”.

Y el poeta Arvelo le contestó:

“¡No! Mi Diablo no es “diente de oro” sino “pico de oro” que es otra cosa”. “Pico de Oro” es quien habla bien o canta bien. En cambio “Un negro Dientes de Oro” es un vitoqueado, echándosela de gran señor, con sortija de mucho brillo y bastón de puño de oro, un negro pretencioso, que cuando viene de la gran capital camina como un “yo no se qué” y ni siquiera hace caminar su burro, pero viene rico y recomendao´ como Juan José”.

 

 

En otros, leemos:

“Alberto: Me pega en el oído escuchar ese grito escandaloso y pendenciero que anuncia: “Oiga vale ese es El Diablo”. Esa voz de alarma debió ser un susurro tembloroso y asustado. Se ve claramente que quien pegó ese alarido, no fuiste Tú; sino alguien que no ha estado nunca, como nosotros, en una sala donde verdaderamente haya estado “El Diablo”.

“Alberto: En cada pueblo llanero hay un Florentino. El de Camaguán era Florentino Lovera y el de Gallegos es Florentino Coronado. Pero después de tu poema, Florentino no tiene apellido porque es el de toda Venezuela; su apellido es “El que cantó con El Diablo”.

“Alberto: el verso llanero, heredero legítimo del cantar español, no es ni ha sido nunca “octosílabo” como nos lo vienen repitiendo desde hace cuatro siglos. Los únicos versos “octosílabos” son los que tienen ocho sílabas. Los que tienen siete, nueve, diez, once y hasta doce, son de todo menos octosílabos y lo único que tienen en común es que se acentúan en la séptima sílaba. A lo que hoy llamamos octosílabos hay que buscarle otro nombre; ¿Acaso “heptacentuados”?

“Alberto: las reses corren alegres para el matadero y en el ruedo, el toro no sabe que en pocos minutos le van a estar cortando las orejas, pero el torero sí sabe que el toro lo puede matar porque el único ser vivo que tiene conciencia de la muerte es el hombre y eso le genera una gran angustia. Por eso creó a un ser que le garantizaba la vida eterna, la inmortalidad.

-Debe ser horrible un mundo poblado por viejitos inmortales de quinientos años. No quiero llegar a los doscientos. Con los sesenta que tengo, ya casi no puedo con mi alma.

-Ni pendejos que fueran nuestros antepasados. Ellos no asociaron la inmortalidad con el cuerpo sino con el alma porque no se corrompe.

-Conozco almas que se corrompieron”.

-Lo que el hombre no consigue en la naturaleza lo inventa. Inventó la rueda, el círculo y la línea recta, porque en la naturaleza no hay nada redondo, ni circular ni recto y tenía necesidad de rodar cosas pesadas, graficar lo circular y la distancia menor entre dos puntos.

-O sea que Dios no creó a los hombres sino que los hombres crearon a Dios porque lo necesitaban. El mundo al revés.

Cuando el hombre buscó en la naturaleza la igualdad y la justicia, no la encontró, porque allí el pez grande se come al pequeño; entonces, creó el derecho.

No somos iguales ni físicamente y mucho menos ante la ley. La gran paradoja consiste en que mientras más libertad menos igualdad y mientras más igualdad menos libertad. No son compatibles.

En uno preguntaba:

“Como sé que cantas mucho,

yo quiero que tú me digas

el femenino de Chucho”.

La respuesta fue inmediata:

“Con la pregunta que me haces

ya se me trancó el serrucho.

No sé cómo se pronuncia

el femenino de Chucho,

pero sí puedo decirte,

que eso a mí me gusta mucho.

Yo tengo uno en San Fernando

y  dos en Puerto Ayacucho”.

Una mañana me preguntó:

¿Cuánto tiempo transcurre desde que “falta un cuarto pa´ la una cuando el candil parpadea” hasta que “El Diablo” huye? ¡Como veinte minutos! ¿Y eso no te dice nada? ¡Que amaneció más temprano! ¿Y eso no te dice nada? ¡Que Dios, quien enciende las luces del mundo, hizo trampa! “Cuéntale eso a Germán”. Apenas solté en el Tribunal, salí corriendo para casa de mi padre y le eché el cuento. Se sonrió y me preguntó: ¿Y eso no te dice nada? Ante mi torpe negativa me aclaró: “Que Alberto como buen poeta y como buen abogado que es, va a apelar el abuso de poder y está preparando una nueva parte del poema que se llamará “La Apelación” o tal vez “La Revancha”; porque sin que él lo diga, “Alberto “va” al Diablo”. Lee con cuidado el poema y encontrarás que “El Diablo” canta mejor que Florentino. Tal vez si no amanece tan temprano, “El Diablo” hubiera ganado. Y eso tiene una explicación que está escondida en el poema para quien sepa encontrarla y es que Alberto también es barinés”.

Se lo conté al poeta con pelos y señales y me preguntó: ¿Y eso no te dice nada? Y añadió: “Que tu padre es muy inteligente”.  A los pocos días le envió un sobre de manila cerrado y me dijo que eran “unos apuntes”.

 
FINAL:
GLOSA DE ALBERTO ARVELO TORREALBA
(Del libro “SOBRE LA MISMA COPLA” de Varios Autores)

 

I

CIEN RUMBOS PARA EL ENCUENTRO

NOS OFRECIÓ  LA FORTUNA

YO APOSTÉ A  “NOCHE SIN LUNA”

TU:  A “DÍA CLARO CAMPO ADENTRO”..

DEMONIOS DEL DESENCUENTRO

ME EMPUJARON A UNA  UMBRÍA

TIERRA SOLA, SECA  Y FRÍA

DONDE AL  VAIVÉN DE  CIPRESES

PARA QUERERTE CIEN VECES

CIEN CORAZONES TENÍA

 

II

LOGRÉ SALVAR   LA DISTANCIA

Y ACERCAR  NUESTROS DESTINOS

CIEN  TROCHAS  Y  CIEN  CAMINOS

ME INTERPUSO TU  ARROGANCIA.

PERDÍ  EN TU  PRIMERA INSTANCIA;

APELÉ Y  ME DEFENDÍ.

EN MI DESCARGO  ESGRIMÍ,

QUE AL FALLAR, DE TODOS MODOS

AUNQUE NO TE LOS DI TODOS

NOVENTA Y NUEVE TE DÍ.

 

III

VIVO Y MUERO POR QUERERTE

Y PARA QUERERTE MÁS

MI AMOR LO RECIBIRÁS

HASTA  DESPUÉS DE MI MUERTE.

EN  EL ALBUM DE LA SUERTE

PEGUÉ  CIEN SUEÑOS POR TI

PERO SI ALGUNO PERDÍ,

POR TENERLO REPETIDO

NO ME HARÁ FALTA EL PERDIDO;

EL OTRO LO CARGO AQUÍ.

 

IV

EL CORAZÓN EN MI PECHO

PALPITA  PORQUE TE ESPERA.

AH MALAYA DIOS QUISIERA

QUE EN JUSTICIA Y EN DERECHO

PUEDAS  HALLARLO EN MI LECHO

PALPITANTE TODAVÍA.

Y AL CORAZÓN, VIDA MÍA

SÓLO LE QUIERO PEDIR

QUE NO DEJE DE LATIR

PARA DÁRTELO ALGÚN DÍA.

 

 

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La herencia de Florentino
(Florentino y el Diablo – 2da parte)

 

Letra: Yato Gómez

Música: Folklore llanero

Intérpretes: Teo Galíndez, Vito Di Frisco y Yato Gómez

 

 

Narración: Freddy Ibáñez Pereira / Arpa: Cristián Gómez / Cuatro: Luis Tovar / Bandola: Alis Cruces / Bajo: Ángel Salas / Maracas: Yofrank Pérez / Productores: Yato Gómez y Vito Di Frisco

Director musical: Franklin Pérez / Estudio de grabación: Salas Récord.

 

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Con La herencia de Florentino damos por concluido este Foro. Nos despedimos con la copla que pone punto final a Florentino el que cantó con el Diablo y, previamente, a manera de conclusión, transcribiremos un fragmento de un texto escrito por Otto Sánchez:

Este relato constituye la leyenda más importante de la tierra Llana del Orinoco, en Colombia y Venezuela, la cual ha sido objeto de análisis y estudios por parte de quienes han querido conocer sus orígenes; entre ellos Germán Fleitas Beroes que trasmitió lo que se hablaba de esa saga en su poema “La Majá del Diablo”. Este poeta camaguanero nacido en 1916 contaba que conoció, cuando sólo tenía 10 años, a doña Blanco de Zárate, que andaba en los 93, quien narraba la historia conservando un auditorio que apreciaba sus relatos. Fue en aquella época donde por su boca se enteró de la historia de “El hombre que había cantado con el diablo”.

Tiempo después, Julio César Sánchez Olivo mencionó este mismo personaje en su libro “Por los caminos del recuerdo”; luego, por allá en el año de 1934, don Rómulo Gallegos, en su obra Cantaclaro recrea a sus lectores con la hazaña de “Florentino Coronado”; finalmente, seis años más tarde, Alberto Arvelo Torrealba, recogiendo los versos que difundían oralmente y los suyos propios, confeccionó el formidable poema llevado magistralmente, en dos tonos, a la canta llanera, por el Carrao de Palmarito y José Romero Bello. Por tanto, la leyenda en sí, no es creación de ninguno de estos juglares que sólo pusieron su arte para difundirla después de que andaba de boca en boca de cuentistas y juglares. (Cf. http://www.llanerisimo.com/noticiaId.asp?Id=1075).

 

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En compases de silencio

       negro bongo se echa a andar,

¡Salud, señores!, el alba

bebiendo en el Paso real.

 

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ESCRITORES INVITADOS:

 

ALBERTO HERNÁNDEZ: Poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano (Calabozo, 1952). Reside en Maracay, Aragua. Miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por el estado Aragua.

Posgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar (USB) y fue fundador de la revista Umbra.

Ha publicado, entre otros títulos, los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Nortes (1991), Intentos y el exilio (1996), Bestias de superficie (1998), Poética del desatino (2001), En boca ajena: antología poética 1980-2001 (2001), Tierra de la que soy (2002), El poema de la ciudad (2003), El cielo cotidiano: poesía en tránsito (2008), Puertas de Galina (2010), Los ejercicios de la ofensa (2010), Stravaganza (2012), Ropaje (2012) y 70 poemas burgueses (2014). Además ha publicado los libros de ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981) y Notas a la liebre (1999); los libros de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994), Cortoletraje (1999), Virginidades y otros desafíos (2000) y Relatos fascistas (2012); la novela La única hora (2016) y los libros de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999) y Cambio de sombras (2001).

 

CELSO MEDINA: Poeta y ensayista venezolano. Profesor del Instituto Pedagógico de Maturín. Ha publicado los poemarios Oleaje (1978), Misterios Gozos (1979), Epígrafes para el ave de la sed (1994), Sólo el mar (2008) y los libros de ensayos Sísifo entre nosotros (1998, La Literatura frente al pesimismo (2000), Historia y novela en Denzil Romero (2005), El poeta y su epopeya ética, ganador del Premio Municipal de Caracas en la Mención Investigación Literaria. Obtuvo el título de Doctor en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca (España). Es impulsor de publicaciones, destacándose en la dirección de las revistas Cálice (Cumaná) y Contraseña (Maturín) y actualmente director de la revista Entreletras, del Centro de Investigación de Literatura Latinoamericana y Caribeña del Instituto Pedagógico de Maturín.

 

 

GERMÁN FLEITAS NÚÑEZ: Abogado, historiador, escritor y político venezolano. Nació el 17

de julio de 1940, en la ciudad de La Victoria, capital del municipio José Félix Ribas, Estado Aragua. Hijo del poeta venezolano Germán Fleitas Beroes y doña Vestalia Núñez de Cáceres.

Estudió Derecho y leyes en la Universidad Central de Venezuela. Maestría en Seguridad y Defensa, egresado del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional.

Fundador de la Casa de la Cultura de La Victoria donde se desempeña  actualmente como cronista oficial de la ciudad.

Entre sus obras se citan: … después de la batalla (1987); Colonos y colonieros de la Colonia Tovar (1993); Palabras al viento (1995); Obra Completa (2001: coautor con Luis Pastori) y Cristina Gómez: maracayera (2004).

 

GUILLERMO JIMÉNEZ LEAL: Nació en Libertad, Estado Barinas, el 18 de Mayo de 1947.

Hijo de Carlos Jiménez Vanegas y Rosalía Leal González, ambos educadores.

Estudios Universitarios: Arquitectura, ULA, Mérida. (1965-66). Sociología, UCAB, Caracas. (1966-69). Sociología-Etnomusicología, Universidad de Paris-Sorbonne. (1971-74).

En Paris (1970-1983), se dedicó a trabajar en conjuntos musicales latinoamericanos y a estudiar la música y su historia con profesores sudamericanos y franceses. Como colofón de sus trabajos y estudios fundó en París el Ensamble “Folclore de Cámara”  (1980), con músicos profesionales de América Latina y Francia.

Fue Director fundador de la Casa de la Cultura “Napoleón Sebastián Arteaga” de Barinas (1969) y Director de Cultura del Estado Barinas (1983-85).

Ha fundado y dirigido varios conjuntos musicales en Venezuela y Francia. Ha sido director y productor de numerosos trabajos discográficos en ambos continentes, siendo autor y compositor de una centena de canciones, tanto en español como en francés.

Ha realizado conciertos musicales en América del Norte, del Sur, Centro (Cuba), Europa  y África del Norte. Ha sido fundador y coordinador de numerosos eventos culturales en Venezuela, destacándose su trabajo como Presidente de la Comisión de Centenario del Poeta Alberto Arvelo Torrealba.

En 2017 obtuvo el Premio Nacional de Cultura, mención Música. Ha sido declarado “Hijo Ilustre” del Estado Barinas, así como también de los municipios Rojas (Libertad) y Obispos. Su obra musical y literaria ha sido declarada Patrimonio Cultural del Estado Barinas. En mayo de 2013, la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales (UNELLEZ) le confirió la distinción “Doctor Honoris Causa” de esa institución.

 

JORGE ANTONIO OSORIO C.: Nace en Libertad, Edo. Táchira (13 de Junio de 1934). Médico, ensayista, narrador y profesor universitario.

Grado de Médico-Cirujano, UCV (1958)

Postgrado en Medicina Interna, UCV (1959-1961)

Postgrado en Atención Progresiva del Paciente. Hospital de Nueva York, Universidad de Cornell (1968-1970)

Jefe del Servicio de Medicina, Hospital Central de Valera (1961-1964)

Jefe del Servicio de Medicina Interna, Hospital Civil de Maracay (1964-1973)

Jefe del Servicio de Medicina Interna, Hospital Central de Maracay (1973-1999)

Profesor de Clínica Médica, Universidad  de Los Andes,  (1961-1964).

Profesor de Clínica Médica, Universidad de Carabobo (1973-1999)

Jubilado en 1999. Reside en Maracay.

 

 

ECV /.-

Agosto, 2021.-

6 comentarios

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