-En esta reunión vamos a hablar de otra de las muchas legendas que recorren sin descanso y, a veces, sin rumbo preciso los caminos de nuestro país. Leyendas que vienen de una tradición, no necesariamente autóctona, donde ciertos hechos de singular trascendencia, algunos verídicos y otros fantásticos, se asocian y se convierten en la mejor expresión del imaginario popular. Frecuentemente, con ellas, llevados por el recuerdo de la voz del abuelo o de alguien que en algún momento se incluyó como personaje de lo que contaba, volvemos a la infancia y evocamos, ya sin el miedo de antes, a sus protagonistas y sus aventuras en un mundo tétrico en donde la oscuridad y la imaginación se hacían cómplices de cada historia. Pero, antes de revivir esa leyenda que una vez más, como ya dijimos, nos enfrentará con lo sobrenatural y nos trasladará a ese espacio donde lo real es el escenario de lo maravilloso, donde frecuentemente se enfrentan el bien y el mal y a veces se mezcla o se confunde una leyenda con otra, vamos a responder la pregunta que nos quedó pendiente desde una sesión anterior. ¿Quieres, amigo mío, repetir tu pregunta?
-Por supuesto. ¿La Llorona y la Sayona son la misma cosa o son seres diferentes?
-Esa es una muy buena pregunta y, como todos ustedes recordarán, dije que la respuesta amerita ciertas reflexiones que nos permitan conocer otros detalles de ambos personajes y, particularmente, la historia y la motivación y origen del nombre de la Sayona. Recuerden que en cada leyenda, ya sea inspirada en hechos históricos, religiosos o de la vida cotidiana a través de circunstancias que incluyen los pactos con el diablo, la preparación e ingesta de pócimas mágicas, la presencia de seres de ultratumba, los crímenes aberrantes y las historias de amor, se narra una historia que, a medida que va difundiéndose a través del discurso oral, va generando cambios o adaptaciones en su argumento, su ambientación y sus personajes. Del mismo modo, en algunos casos, esa historia produce versiones versificadas que se declaman o se musicalizan y alcanzan gran popularidad. Como ejemplos, podemos citar las leyendas de “Florentino y el Diablo” y la “Bola de fuego”.
La primera de estas leyendas viene, precisamente, de la tradición oral e inspiró el personaje Cantaclaro de la novela del mismo nombre escrita por Rómulo Gallegos y publicada por vez primera en 1934. En ella, Gallegos cuenta la historia de un coplero, Florentino Coronado, “el que cantó con el Diablo”. Posteriormente, la leyenda fue recreada en versos por el poeta barinés Alberto Arvelo Torrealba. El poema recoge algunas de las coplas, anónimas sin duda, que ya aparecen en el Cantaclaro de Gallegos y narra el mítico contrapunteo en el que Florentino venció al “capitán de las tinieblas” valiéndose de su habilidad como coplero faculto y magnífico improvisador. A través del tiempo, el mismo poeta Arvelo Torrealba se encargó de ampliar el texto inicial y produjo dos nuevas versiones. Sobre una de estas tres versiones, el maestro y compositor musical Antonio Estévez escribió su célebre “Cantata criolla” que se estrenó en Caracas el 25 de julio de 1954 en las voces de Antonio Lauro y Teo Capriles. Años después, el coplero apureño José Romero Bello hizo una adaptación del poema y la grabó con música de arpa criolla como un contrapunteo llanero cantado entre él y el también coplero apureño José de los Santos Contreras, mejor conocido como el Carrao de Palmarito. En fechas posteriores a los trabajos de Gallegos y de Arvelo Torrealba han aparecido otras versiones de esta leyenda. A todas les dedicaremos sus propias páginas.
En relación con la segunda leyenda, en los años setenta del siglo diecinueve, don Arístides Rojas recopiló un “corrío” que entremezcla las apariciones de la Bola de fuego con la historia del tirano Aguirre y los fuegos fatuos. De ella, de él y de ellos también hablaremos en algún momento. Y leeremos ese texto decimonónico que está escrito en octosílabos.
-¿Y qué pasó con la Sayona? ¿Es o no es la misma Llorona?
-Ya va. No te precipites. Quédese tranquilo que su cobija le aparece, como hubiera dicho mi papá. Para cerrar este punto, déjenme decirles que he oído cantar dos leyendas también versificadas de las que no conozco ni el relato oral ni la versión escrita. En la primera, se retoma la historia del coplero que contrapuntea con el Diablo y lo vence. En una oportunidad, esta leyenda fue grabada por diferentes intérpretes con el nombre de “La leyenda” y en otra como “Nicanor y el Diablo”. En la segunda de estas dos leyendas se da un encuentro entre un coplero y una muerta cuya alma está penando. Se la oí cantar a Dámaso Figueredo. Se titula “La muerta de las Galeras del Pao”. En su momento, transcribiremos la letra de ambas canciones.
-Discúlpame, perdona la interrupción. A mí, particularmente, me interesa ese tema de la leyenda cantada. ¿Sabes de alguna leyenda española que haya sido cantada y grabada?
-Sí. Hay varias. Y muchas de ellas se versificaron y se incorporaron al Romancero español y latinoamericano. Y aún se declaman o se cantan. Sobre todo las leyendas históricas, religiosas, amorosas y, desde luego, terroríficas. Busca en Internet “La virgen y el ciego” y el “Romance del conde Olinos”, por ejemplo.
En Internet también hay páginas dedicadas a las leyendas españolas de terror y, entre ellas, alguna versión de La Llorona. Trataremos ese tema. Pero… ahora… ya… tenemos que responder la pregunta de nuestro común amigo porque si no lo hacemos va a invocar a la Sayona para que nos lleve al mismísimo Infierno. Comencemos.
-Me gustaría que comenzaras por explicarnos el origen del nombre.
-No hay problema. Oigan… Según la creencia popular y, sobre todo por lo que afirman quienes la han visto y quedaron vivos para echar el cuento, la Sayona es, en principio, una mujer hermosa y provocativa vestida con una túnica blanca, similar a una saya, que se transforma en un ser de aspecto feroz. De saya, según estas fuentes, procedería Sayona. Sin embargo, sin ánimos de contradecir la sabiduría popular y la competencia etimológica de quienes han escrito sobre este tema, tal explicación no es totalmente satisfactoria en vista de que en torno a saya hay otras palabras que también pudieran seleccionarse, formal y semánticamente, como las palabras básicas de donde se deriva Sayona. Por ejemplo, sayo y sayón. Así que si se piensa que Sayona deriva de saya, igualmente pudiera pensarse que saya deriva de sayo, sería entonces una feminización de sayo. Sin embargo, esta opción no es viable porque según el Diccionario de la Real Academia Española, cada una de estas tres palabras, saya, sayo y sayón, tiene su propia etimología.
De sayo, dicho diccionario trae dos acepciones: “Del lat. sagum, voz de or. celta. 1. m. Prenda de vestir holgada y sin botones que cubría el cuerpo hasta la rodilla. 2. m. coloq. vestido (‖ prendas con que se cubre el cuerpo)”. También, como parte de este mismo artículo lexicográfico, se incluyen, entre otras expresiones, sayo baquero (“1. m. desus. Vestido exterior que cubre todo el cuerpo y se abrocha o ajusta por detrás, muy usado por los niños”) y sayo bobo (“1. m. Vestido estrecho, entero, abotonado, que usaban comúnmente los graciosos en los entremeses”). De sayo, además, se derivan:
- sayal. (De sayo). 1. m. Tela muy basta tejida de lana burda. 2. m. Prenda de vestir hecha con sayal.
- sayalero, ra. 1. m. y f. persona que teje sayales.
- sayalería. 1. f. Oficio de sayalero.
- sayalesco, ca. adj. De sayal o perteneciente a él.
- sayalete. 1. m. sayal delgado, que se usaba para túnicas interiores.
Saya, según esta misma fuente, se define en estos términos: “Del lat. vulgar *sagia. 1. f. falda (‖ prenda de vestir). 2. f. Vestidura talar antigua, especie de túnica, que usaban los hombres. 3. f. Regalo en dinero que en equivalencia de vestido solían dar las reinas a sus servidoras cuando estas se casaban”. Dado el contenido semántico de la primera y de la segunda acepciones, saya es una falda (“prenda de vestir que cae desde la cintura”) y, además, una “especie de túnica, que usaban los hombres”. Si detallamos las dos primeras definiciones nos daremos cuenta de que hay varios rasgos que distancian la posible procedencia de Sayona desde saya. En nuestro español, el sentido de ‘falda’, que el Diccionario académico asigna a saya, no coincide exactamente con el de túnica. De igual modo, llama la atención el hecho de que en la segunda acepción se diga que la saya como “especie de túnica” se reservaba al uso de los hombres. La tercera es, sin duda, una extensión de uso que se aleja de la idea que vincula a saya con Sayona.
De sayón, a su vez, se registran dos artículos. El segundo está referido a una “mata ramosa de la familia de las quenopodiáceas” y, aparentemente, no tiene nada que ver con el contenido semántico de los artículos precedentes. En el primero de ellos, encontramos una información que, sin que etimológicamente se vincule con saya o con sayo, nos remite semánticamente a uno de los rasgos que se le atribuyen a la Sayona en el momento en que de mujer hermosa y seductora se transforma en un ser horrendo, una bestia desgreñada y con largos y afilados dientes. En ese artículo, la Academia dice:
“sayón1. Del lat. tardío sagio, –õnis y este der. del germ. *sagjan. 1. m. Verdugo que ejecutaba las penas a que eran condenados los reos. 2. m. Cofrade que va en las procesiones de Semana Santa vestido con una túnica larga. 3. m. En la edad Media, oficial subalterno de la Administración de Justicia. 4. m. coloq. Hombre de aspecto feroz”.
De estas cuatro acepciones, la segunda y la cuarta incluyen sendos rasgos semánticos que coinciden con la “túnica larga” y el “aspecto feroz” de la Sayona cuando ya se ha transformado y se dispone a atacar. Si nos atenemos a las etimologías que da el Diccionario académico, no cabe la posibilidad de que sayón derive de sayo. Así que, sin entrar en estas consideraciones, sobre si sayón viene de sayo o de saya, nada impide pensar que Sayona sea la forma femenina de sayón que se definiría como mujer de aspecto feroz. Frecuentemente, por factores como el uso, la emotividad y la evolución permanente de la lengua, se entrecruzan o se olvidan etimologías y sentidos. También, con cierta frecuencia, se cometen errores al asignar una determinada etimología y hay casos en los cuales hasta se inventan etimologías. En lenguas como la nuestra, hay que ser particularmente cauteloso con las etimologías de los indigenismos, de los afronegrismos y de muchas de las otras etimologías que circulan en diferentes trabajos lexicográficos y en varias páginas de Internet.
-¿Terminamos? Ya me di cuenta de que la Llorona y la Sayona se parecen un poco, pero son verdaderamente diferentes. Ambas son mujeres. Ambas arrastran un castigo eterno. Ambas fueron condenadas por un crimen que cometieron. Pero, cuando ellas salen… ¿qué busca la Llorona? ¿qué busca la Sayona? Ahí está la diferencia.
-Perfecto. Para concluir, entre todos vamos a hacer un resumen de esta leyenda. ¿Quién comienza?
-En una página de Internet, yo leí que era una mujer muy bonita llamada Melisa que era muy feliz con su marido Arturo y con el hijo de seis meses que tenían.
-En otra página dicen que esa mujer se llamaba Timotea. En otras, Anastasia, Rosita y… Casilda.
-Bueno, lo cierto es que llamándose como se llamara, a ella le chismearon que su mamá se acostaba con Arturo. Ella se comió el cuento y por ahí mismo le prendió candela a la casa y Arturo y el bebé se quemaron. Después se fue a la casa de su mamá y también la mató, pero la doña antes de morirse la maldijo y la condenó a vagar eternamente. Desde entonces, durante la noche, va de pueblo en pueblo. Con su rostro de mujer bonita y su sensualidad atrae a los maridos infieles, los lleva hacia algún sitio oscuro y allí se transforma en esa mujer de aspecto feroz de la cual hemos hablado hoy. Algunos se mueren del susto, otros quedan mudos y asombrados por el resto de sus días.
-Entonces… ¿una de ellas busca reponer un hijo que ella misma envenenó? ¿Para matarlo o para qué? ¿y la otra busca un marido infiel para matarlo?
-Ah! Ya sé por qué mi cuñado Esteban quedó mudo y con los ojos como un par de huevos fritos.
-Muy bien. Veo que tenemos muchas interrogantes en torno a este personaje. La Sayona, según algunas fuentes es originaria de los llanos venezolanos y su leyenda, que data del período colonial, también está ampliamente difundida en México y en Colombia. Su misión, como ya se dijo, es la de castigar a los hombres infieles. Se cuenta que puede transformarse en un perro o en un lobo. Sin embargo, en muchos pueblos corre la historia que la Sayona, como la Llorona y la Cegua, es una mujer disfrazada que se vale de la oscuridad y de un grito aterrador en medio del silencio nocturno para verse con su amante. La Cegua, cuyo nombre viene del náhuatl cihuatl que significa mujer, identificada también con los nombres de Segua o Tzegua, es el personaje de una leyenda centroamericana. En la ciudad mexicana de Villavicencio a la Sayona se le conoce como La Sallana y en el estado de Oaxaca de ese mismo país, como la Matlacihua o la Bandolera. De ella, según otra versión, se dice que es “una hermosa mujer vestida de blanco, tez blanca como la neblina y pelo tan negro como las alas de un cuervo, que se les aparece a los hombres mujeriegos y borrachos. Los hipnotiza con su belleza, haciendo que la sigan hasta llegar a un barranco, donde los embarranca, o los llevan adonde hay una planta o captus de huizache, una planta llena de espinas, donde los tira para que mueran desangrados. De ahí, cuando un hombre desaparece, se suele dar la expresión se lo llevó la Matlazihua”. (Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/La_Sayona). También se dice que se les aparece a las chismosas para vengar en ellas el motivo de su transformación en un ser diabólico. Según esta misma página, en los llanos colombianos existe la creencia de que “La Sayona fue una mujer que destrozó las vestiduras sagradas de un sacerdote y Dios la condenó a vivir eternamente con mucha hambre. Su nombre en vida era Sarona, era una mujer atractiva y seductora. Pero inexplicablemente su rostro cambió: le salieron enormes dientes, los ojos se le agrandaron. Ella se tragó a su hermano y desde ese momento recorre parajes solitarios en las madrugadas y conquista hombres ebrios para luego devorarlos”. Para contrarrestarla, por si acaso se topan con ella, los llaneros cuando andan por la sabana siempre van acompañados de un perro negro y cargan una buena mascada de tabaco en el bolsillo.
-En Internet yo conseguí un “Corrío a la Sayona” que canta Fabio Salcedo y en él se cuenta la historia de un llanero que va para un baile y atravesando la sabana para llegar a la fiesta se encuentra con un mujer. Lo transcribí de un video.
El corrío de la Sayona
tiene un algo parecido
a esta historia que les cuento
cuñao
es que a mí me ha sucedido
un sábado por la tarde
víspera de un día domingo
salí con rumbo a un parrando
a casa de mi vecino
remontado en mi potranco
potro de bastante brío
el color de mi caballo
era castaño frontino
como a las seis de la tarde
me despedí de un amigo
le puse la vista al baile
sin pensar en el peligro
todavía que me esperaba
en la mitad del camino
a orillas de una laguna
hay un árbol florecido
ahí fue que vi una mujer
bajo del árbol sombrío
como soy de enamorao
me le acerqué a un mismo tino
le dije cómo le va
qué tal y cómo le ha ido
y ahí mismo le pregunté
que si ella tenía marido
la contesta que me dio
fue que nunca había tenido
la monté en mi caballito
continuamos el camino
después de andar un largo rato
ella me habló en el oído
me dijo soy la Sayona
lo está corriendo un peligro
yo grité me llevó el Diablo
un espanto me ha salido.
Me bajé de mi caballo
con el pelo medio grifo
pero al verla tan bonita
cuñao
yo nunca lo había creído
de que fuera la Sayona
que podía haberme salido
me monté en mi caballito
continuamos el camino
cuando llegamos al baile
fue el relato positivo
me puse a bailar con ella
bastante amavisaíto
cuando yo quise besarla
fue que quedé sorprendido
al mirar esa mujer
los ojos eran de vidrio
la nariz era bien fea
la boca como un cochino
y ahí fue que empecé
y pensar en mi destino
ella se me pegó atrás
con unos grandes berridos
cómo sería la carrera
que hasta perdí en el camino
el revólver y cartuchera
mi sombrero y mi cuchillo
las cotizas se quedaron
en los copos de un espino
los pantalones no supe
qué camino habían cogido
si era sío más larga la trocha
se me cae el otro chiro
porque ya iba palo abajo
llegándome a los tobillos
me decía con voz ronqueta
párese querido amigo
que en brazos de la Sayona
es que este tipo ha caído
por quitarle la mujer
hasta a sus mismos amigos
ahora debe darse cuenta
que tú eres comprometido
y no andes puaquí buscando
lo que no se le ha perdido.
-Óiganme. Rafael Martínez, el Cazador Novato, un reconocido compositor e intérprete del canto y la declamación del Llano colombo-venezolano, grabó un poema titulado “La Sayona” en el que cuenta una más de las tantas apariciones de esta mujer . Vamos a oír al Cazador Novato::
-José Alí Nieves y el Pollo de Orichuna también grabaron en dos partes una versión cantada y dramatizada de la leyenda de la Sayona. En la primera parte se incluyen, a manera de microhistorias, referencias a las leyendas del Sinfín, el Silbón, la Bola de fuego y la Sayona y, al final, hay un contrapunto entre estos dos buenos intérpretes de la canta llanera.
Luego, en la segunda parte, se cantan unas coplas de Cantaclaro y el Alma llanera. Enseguida, se repite toda la primera parte y se continúa con el canto de uno de los dos copleros seguido de un contrapunteo y de la narración de una pelea entre los contrapunteadores e, igualmente, de los hechos que motivaron la conversión de Casilda en la Sayona. En esta historia se da la peculiaridad de que quien lleva los chismes a Casilda es un hombre a quien apodan Burro Tusero y, además, de que a la versión tradicional se le agrega un final que revive el encuentro de la Sayona con sus primeras víctimas.
(Esta versión también se documenta en https://www.youtube.com/watch?v=wIBqooTrcvg)
-También existe una versión escrita de una de las apariciones de la Sayona en Venezuela. Esta vez el cuento, cuyo autor es Florencio José Malpica Hidalgo, viene de Canoabito, un pueblo del estado Carabobo. En nota al pie de página se nos indica que está “inspirado en un hecho verídico ocurrido a los amigos Cecilia Bastidas y Vicente “Vicentico” León y se nos advierte que “la trama, los personajes y los nombres son ficticios”.
De este relato, transcribimos la parte central de su historia y dejamos en la curiosidad de nuestros oyentes y lectores la búsqueda de los antecedentes y del desenlace de este cuento verídico:
Lo que vimos volando por los aires, nos quitó la respiración. Aquel espantajo de largo vestido blanco, ojos rojizos y relampagueantes, había salido de lo alto de los árboles y se nos abalanzaba, mientras un grito, ahora más aterrador, casi nos perforaba los oídos.
«Ahhhaaaaaaaaayyyyy».
Las muchachas gritaron, zapatearon y no sé si se mearon, y sin saber cómo, ni cuando, ya estábamos corriendo en medio de la espesa oscuridad.
-¡La Sayona, Ave María Purísima! —exclamó Petra, mientras se santiguaba a diestra y siniestra.
Tres curvas más adelante casi llegando a los bambúes, de la nada se apareció nuevamente la Sayona, esta vez en medio de la carretera. Se desplazaba de un lado a otro bloqueándonos el paso mientras dejaba escapar su grito macabro. Las muchachas ya tartamudeaban y retrocedían engarrotadas por el miedo que les consumía las fuerzas. En vez de rezar, solo balbuceaban palabras confusas. Aunque yo hacía de tripas corazón ante el espanto, recordé una plegaria que me enseñó mi abuelo, inmediatamente la invoqué, y luego tomé la mandolina y comencé a tocar una polca. En seguida noté que el espanto bailaba, de orilla a orilla de la carretera pero caminando hacia atrás y yo comencé a caminar hacia adelante, y las muchachadas detrás de mí. Con los nervios más sosegado observé a pocos kilómetros las luces del poste eléctrico más cercano, así que me propuse tocar la mandolina con más ahínco, pero mientras más duro tocaba, la Sayona bailaba, y la zapateaba, con más firmeza, hasta que la luz del poste la hacía más visible y luego se fue orillando, orillando, hasta que se perdió entre la espesura del monte, dejando atrás el eco de su lamento espeluznante.
…….«Ahhhaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyy»……..
(Imagen bajada de https://www.cuentoscortosterror.com/wp-content/uploads/2017/07/leyenda-sayona-02.jpg ).
Cuando las muchachas notaron que la presencia se había esfumado, pegaron la carrera dejándome solito, a Milagritos mi novia solo le pude ver las suelas de los zapatos cuando cruzaba el puente del rio. (Cf. https://letrasdecarbon.jimdofree.com/cuentos/historia-de-canoabo-y-otros-relatos/la-sayona-de-canoabito/).
-Yo quiero la palabra porque si de historias verídicas se trata yo tengo una que no se le queda atrás a esa que acabas de leer ni a otras. Es más, más que verídica…
-Aguanta un pelo, Jacobo. Dame un chance, antes de que se me olvide lo que voy a decir. Acabo de oír que la Sayona se pone a bailar si oye música y en este cuento bailó una polca. ¿Ustedes se imaginan como sería la Sayona bailando rock del heavy? ¿No se lo imaginan? Se los pregunto porque me acabo de acordar que Paul Gillman tiene una composición dedicada a la Sayona que en la misma pista, antes de la canción, incluye la historia de esta mujer contada por Porfirio Torres, el narrador de Nuestro insólito universo. Con el permiso de ustedes, vamos a oírla y luego Jacobo nos termina de contar la historia que le interrumpí. Discúlpeme, amigo mío.
-Bueno… les decía que más que verídica, esta historia es verdadera y se ajusta a todos los conceptos que, en conjunto, hemos expresado sobre la Sayona. ¿Tú te acuerdas, tío Édgar, donde vivía tu tío José Ignacio cuando vivía con Dolores Gallardo?
-Sí. Entre la casa nuestra y la casa de ustedes.
-Así es y seguro que te acuerdas de que en esa casa después vivieron Pedro Gallardo y una de las mujeres que él tenía llamada Rosa Castillo, una catira alta, buenamoza, a la que el pelo le caía en la punta de la nalga. Al frente de la casa, en toda la orilla del río, había una mora y otros palos y ahí, a veces, fresqueando, nos sentábamos a conversar y yo a tocar el arpa. Bueno, un 31 de diciembre, a media tarde, pasó mi abuelo Juan Segura y me dijo: -Ya es hora de que vayamos rumbeando hacia el Tuyuyo. De aquí allá son unas dos horas, más o menos, a pie por la sabana y tenemos que llevarnos el cuatro para que usted me acompañe. Ya el arpa mía se la llevaron. Vamos a tocar ese baile y a comernos la ternera que nos ofreció Gerónimo. Eso sí, unas dos horas después de que entre el año nos venimos.
Me paré de donde estaba tocando, fui a la casa y guardé el arpa, busqué el cuatro y en lo que salimos vimos que Rosa ya estaba en la puerta arregladita y él me dijo: -Esa va para la fiesta. Ya casi llegando a la quesera, después de la laguna, se voltea mi abuelo y me dice: ¡Carajo!, Jacobo, y ¿por dónde y cuándo nos pasó esa mujer? Mírela donde va. Allá va, llegando a la casa.
Llegamos, nos dieron café, nos enseñaron cuál era el rincón de los músicos, volvieron a regar y a barrer el patio. A mi abuelo y a mí nos extrañó que la mujer no estaba por todo aquello. Pero no le paramos, ni siquiera preguntamos por ella. Por ahí mismo, afinamos y al rato comenzamos a tocar. Al primer son, se acercó Pedro Gallardo, cogió las maracas y empezó a cantarle a una mujer que andaba con él. Bueno, para apurar el cuento. Mi abuelo, como siempre, tocando recio y bordoneado unos sones que duraban hasta que las parejas se iban sentando del cansancio. Después pasaba de quince a veinte minutos afinando y volvía a tocar otro son. Entró el año. Y a golpe de las dos de la madrugada me dijo: -Este son y nos vamos. Pida las dos botellas para el camino. Ya cuando íbamos saliendo se nos acercó Pedro Gallardo y nos dijo: -No me dejen, yo me voy con ustedes. De noche, yo le tengo miedo a esta sabana, así esté con luna grande y clara como ahora. Y, entonces, mi abuelo le dijo: -Está bien, pero tráigase la suya. Y cogimos camino. Poco a poco y dándole a pico de botella cada uno con la suya. De pronto, con la luna alumbrando aquel paño de sabana, vemos que de un barotal, como a unos cincuenta metros delante de nosotros, sale una mujer y salta Pedro y dice: -¡Carajo, esa es Rosa mi mujer! ¿Qué hace aquí y a esta hora? Y, por ahí mismo, arrancó hacia ella y mi abuelo y yo nos paramos a verlos. De pronto, ella comenzó a correr como si fuera elevándose y él se disparó detrás de ella. De golpe, antes del monte que está llegando a la orilla del río, se nos perdieron en medio de un grito que alborotó los pájaros y espantó el ganado que dormía en un peladero limpiecito, de esos que quedan cuando el charco se seca. Al día siguiente, vi a Rosa y le pregunté por Pedro. Y, tranquilamente, me dijo: -Debe estar durmiendo donde la otra si es que acaso la Sayona no le ha echado una vaina.
-Gracias, sobrino. Gracias a todos ustedes. Recuerden que en estas páginas…
-Ya va. ¿Puedo yo despedir esta conversación? Es que mientras oía a Jacobo, recordé la letra de un joropo que también cuenta una aparición de la Sayona en los Valles del Tuy.
-Por supuesto.
-Es una composición que está en un video que presenta simultáneamente la letra de la canción superpuesta a una serie de dibujos que ilustran la historia de otro encuentro con la Sayona. La interpreta “el músico venezolano Oswaldo Chaparro, apodado «el Cantaclaro de Aragua». El arte pertenece al dibujante español Esteban Maroto, procedente del cómic Crónicas de Simón Bolívar (1982)”. Gracias. Y hasta un nuevo encuentro. Con ustedes… no con la Sayona. ¡Ni de vaina! Yo no soy Pedro Gallardo.
(Intérprete: Oswaldo Chaparro, el Cantaclaro de Aragua)
Édgar Colmenares del Valle
Academia Venezolana de la Lengua.
25/08/2019
04/05/06/07/08/2019
09/09/2019
Revisión final:
27/09/2020
Qro. – Mx.
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