FORO SOBRE LA LEYENDA DE FLORENTINO Y EL DIABLO

(PRIMERA ENTREGA)

Édgar Colmenares del Valle

Academia Venezolana de la Lengua

 

Mientras se escuche en el Llano

a la vaquería bramá,

mientras pujen los bordones

entrada la madrugá,

no faltará un Cantaclaro

que no quiera reclamá

la herencia de Florentino

pal que la quiera escuchá.

Todo el que defiende el Llano

goza de la facultad

de reclamar este nombre

como de su propiedad.

Yato Gómez

 

Hoy, en el espacio de nuestros Diálogos de leyenda, vamos a presentar, en tres entregas, un Foro sobre la Leyenda de Florentino y el Diablo. Basándonos en el Diccionario académico, hemos seleccionado la denominación de Foro para este encuentro en virtud de que se trata de un “sitio en internet, en el que se opina, se debate o se intercambia información sobre un tema determinado”. A tal efecto, en él, incluiremos las colaboraciones que, atendiendo nuestra invitación, nos remitieron Alberto Hernández, Celso Medina, Germán Fleitas Núñez, Guillermo Jiménez Leal y Jorge Osorio. Junto con estos excelentes trabajos, con el título de Cantaclaro, Florentino y el Diablo en el Diario de un llanero, irán las páginas de esta presentación y las que escribí en 1987 sobre este tema en el “Estudio preliminar” y en algunas de las Notas de los tomos 1 y 6 de esta obra de Antonio José Torrealba. En estas mismas páginas, además de las referencias aportadas por Manuel Mirabal Ponce y Víctor Mazzei sobre el origen y trascendencia de esta leyenda en la literatura venezolana, encontraremos las versiones del Corrío de Florentino y el Diablo que Antonio José Torrealba incluye en los tomos anteriormente citados. Además, transcribiremos un texto de Alberto Arvelo Torrealba junto con varias versiones musicalizadas del poema. Entre ellas, tenemos la Cantata criolla del maestro Antonio Estévez, el Corrío de Florentino y el Diablo en las voces de José Romero Bello y Juan de los Santos Contreras (el Carrao de Palmarito), La majada del Diablo de Germán Fleitas Beroes cantada por Natividad Díaz y La herencia de Florentino. También incluimos dos ilustraciones de Carlos Cruz Diez hechas para el libro Tolvaneras de Fleitas Beroes. En la parte final del trabajo de Fleitas Núñez, conservamos los “papelitos” con que termina su escrito y son testimonios de la amistad habida entre él, su padre y el poeta recreador de Florentino y el Diablo.

 

En definitiva, en este Foro presentaremos varios textos de diversa índole relacionados entre sí por contigüidad o por analogía temática. De hecho, uno es un ensayo, otro es una reseña bibliográfica, otro una crónica, otro un estudio que, en conjunto, desde diferentes perspectivas, revivirán en el lector el universo semántico, filosófico, literario, histórico y musical que hay en esta leyenda de gran trascendencia en la literatura venezolana. No dudamos en pensar que, como parte de esa remembranza producida por este encuentro, todos volveremos a transitar por:

  • El perfil de una leyenda ancestral, anónima, conservada en la tradición oral y, particularmente, en la memoria de los llaneros de antaño quienes, de acuerdo con algunos registros bibliográficos, cantaban sus versos o dramatizaban su historia en veladas familiares o en otras festividades.
  • La idea de que originalmente esta obra fue concebida para ser escenificada.
  • El artículo titulado “Florentino el cantador” de Manuel Mirabal Ponce, publicado en Fantoches el 26 de noviembre de 1925, en el que se recogen varias de las estrofas que se transcribirán en Cantaclaro y se recrearán en las versiones posteriores del Corrío.
  • La conversión de la leyenda en novela a través del Cantaclaro de Rómulo Gallegos y con ella la codificación estética, literaria, definitiva, de los versos tradicionales que sirvieron de fundamento a la notabilísima recreación que de ellos hiciera el poeta Alberto Arvelo Torrealba.
  • El espacio literario ocupado por Cantaclaro en la narrativa venezolana y su analogía ambiental con otra obra de la novelística galleguiana: Doña Bárbara.
  • La vida y la obra del poeta Alberto Arvelo Torrealba y en particular sus versiones de Florentino el que cantó con el Diablo (1940 – 1950 -1957).
  • El trabajo editorial de Mariela Arvelo sobre la obra de su padre.
  • La importancia artística e histórica del maestro Antonio Estévez y su Cantata Criolla, estrenada en Caracas el 25 de julio de 1954 con él como Director y Teo Capriles y Antonio Lauro como Florentino y el Diablo, respectivamente.
  • El mito fáustico a través del encuentro entre Florentino y el Diablo y su posterior confrontación verbo a verbo, verso a verso, macho a macho, en un parrando llanero una noche chubasqueada. Y, de inmediato, la pregunta: ¿Dónde contrapuntearon?
  • Las analogías y diferencias entre Florentino, Santos Vega y Francisco el Hombre como protagonistas, entre otros, de la leyenda que enfrenta a un reconocido coplero con el Diablo y simboliza, de paso, la lucha del bien contra el mal.
  • El renacimiento y popularización del corrío arveliano a través de las versiones contrapunteadas de José Romero Bello y el Carrao de Palmarito al son de un Pajarillo chipoliao.
  • Composiciones como Nicanor y el Diablo, La majada del Diablo y La herencia de Florentino que rememoran la hazaña del ser humano que vence al Capitán de las tinieblas. En la primera composición de esta trilogía, grabada inicialmente por Vicente Flores y sus llaneros con el título de La leyenda, los protagonistas del contrapunteo son un esclavo de una hacienda villacurana y Lucifer. También fue grabada por Mario Suárez y Raquel Castaños. El segundo texto recrea la historia del contrapunteo contada por el propio Florentino y fue grabado por Natividad Díaz, Juan Farfán y Germán Padilla. El tercero, La herencia de Florentino, escrito por Yato Gómez, es un nuevo contrapunteo entre el Diablo y un descendiente de Florentino. En él, la retahíla de santos con que se cierra el corrío recreado por Arvelo Torrealba es sustituida por una versión del Salmo 23.

 

Nicanor y el Diablo.

Intérprete: Mario Suárez.

 

A mí, por ejemplo, en relación con la historia de Florentino y el Diablo, siempre me inquietó saber dónde fue el contrapunteo y desde mi primera lectura del poema, en 1959, he manejado la tesis de que al igual que cualquier otra leyenda, ésta surge y se radica en diferentes espacios. Antes de continuar permítanme decirles que recuerdo esa fecha con exactitud porque entre el 22 de febrero y el 3 de marzo de ese año me dediqué a copiar a mano el poema, desde un libro prestado a un cuaderno que felizmente conservo.

 

En ese momento supe que, según Arvelo, el contrapunteo había sido en Santa Inés. Sin embargo, a pesar del convincente “espéreme en Santa Inés / que yo lo voy a buscar / para cantar con usted”, quizás por haberme criado oyendo músicos y copleros recios y, además, oyendo y aprendiéndome la música llanera que desde comienzos de esos años se trasmitía por radio, ya había oído decir que ese encuentro había sido en el Paso Arauca, en Apure. Con razón, dice una copla fleitera: Aquí nació Pedro Pablo / y más allá Cupertino / y en el Paso Arauca, el Diablo / no pudo con Florentino. Años antes, en una tarde veraniega en Mangas Coberas, adonde había llegado con mi papá en la chalana estevera que capitaneaba don Luis Ascanio, nos metimos en un botiquín que estaba ahí mismo, a orillas del río Apurito. Al rato, llegó una arpa y uno de los músicos nos dijo: -Bríndeme un botellón pa’ cantale unos versos aprendíos porque aquí ahorita no hay con quien contrapunteá. Y, cerveza en mano, pidió que le tocaran un San Rafael. Para mi sorpresa, entre una y otra copla, le oí cantar la que dice: Zamuros de la Barrosa / del Alcornocal del Frío / ¡Albricias pido, señores / que ya Florentino es mío! Al terminar el joropo, mi tío Francisco Camacho, un hermano de mi abuela paterna que nos había recibido al llegar, se me acercó y me dijo: -“Ese jodío ta’ pelao, sobrino, el Frío queda en Apure y ese pleito de Florentino con el Diablo fue aquí en el Guárico, de Cazorla pa’dentro”. Entonces, el contrapunteo ¿fue en el Paso Arauca?, ¿En Santa Inés? o ¿de Cazorla pa’dentro? Apure, Barinas y Guárico. Pero esto no es todo. En el Diario de un llanero documentamos que el contrapunteo fue en El Pao (Cojedes) y fue una revancha que le dio Florentino al Diablo después de haberlo derrotado en un primer encuentro en San José de Tiznados, Guárico. En La majada del Diablo, el Florentino de Fleitas Beroes, se confirma la versión de mi tío Francisco.

 

En todo caso, no hay que olvidar que, con frecuencia, la leyenda magnifica un espacio real valiéndose de un hecho fantástico o histórico y, conjuntamente, se vale de personajes que aun siendo distantes desde un punto de vista étnico, geográfico y cronológico, son similares y constituyen un arquetipo. Uno de estos arquetipos es el ser humano que valiéndose de su talento vence al Diablo. En el fondo, las leyendas son historias que nos pertenecen, que nos identifican y sus personajes, aun siendo fantásticos, como es el caso del Diablo, se manifiestan como expresión conjunta de lo humano y lo sobrenatural. Las leyendas constituyen un legado que surge en un contexto bien delimitado y de ahí, como aves viajeras, migran hacia diferentes espacios y terminan cargándose de nuevas significaciones y nuevos gentilicios. Con el transcurso del tiempo, tal como sucede con Florentino y el Diablo, nos daremos cuenta de que repetidamente un espacio se disputa con otro la paternidad de una leyenda.

 

Entre estas reflexiones es imprescindible destacar el análisis e interpretación de la obra del poeta Arvelo Torrealba por parte de Alexis Márquez Rodríguez, Humberto Febres Rodríguez, Guillermo Jiménez Leal, Orlando Araujo, Gerhard Cartay, Jorge Luis Fajardo, Frank Pérez Contreras y Víctor Mazzei González, entre otros. Y, junto con ellos, los dos hijos del poeta: Mariela y Alberto Arvelo Ramos (+). Hoy, en Internet, en la Página oficial de Mariela Arvelo, se pueden consultar las tres versiones del Corrío, el resto de la obra del poeta Arvelo Torrealba y, entre otras obras de Mariela, un minucioso trabajo biográfico titulado Coplero que canta y toca.

 

En esta biografía, gestada durante años por Mariela Arvelo, la autora nos relata la historia de su padre, el poeta, jurista, político y educador Alberto Arvelo Torrealba. A lo largo de 800 páginas cargadas de recuerdos, fotografías y documentos, transitamos la ruta que siguió el poeta, nos acercamos a sus sueños, y escuchamos su voz y su poesía.

Fuente: https://marielaarvelo.wordpress.com/obra/

 

 

 

 

También, entre estas  asociaciones temáticas anteriormente expuestas, me llama la atención lo que he catalogado como un renacimiento del corrío de Arvelo Torrealba a través del arreglo grabado por los copleros apureños José Romero Bello y el Carrao de Palmarito. No sólo por el hecho de haber sido un éxito como producción artística, sino por haber renovado una historia y un sentimiento que permanecían adormecidos en la memoria popular. Como parte de esta renovación, se han producido diferentes videos y cortometrajes a los que se accede a través de Internet y se despertó un interés sin precedentes por grabar otras leyendas entre las que se destacan La leyenda de Juan Hilario, de la Bola de fuego, del Silbón y de la Sayona, entre otras.

 

De este trabajo de Romero Bello y el Carrao de Palmarito hubo una primera edición en la que sólo intervienen los dos copleros:

Florentino y el Diablo (Primera edición) Letra: Alberto Arvelo Torrealba Música: Folklore llanero. Intérpretes: José Romero Bello (*1932 / +1998) y Juan de los Santos Contreras, el Carrao de Palmarito (*1928 / +2002)

 

 

A posteriori, en una segunda edición, se incluye un narrador llamado Venancio. Esta modificación de la primera edición está basada, sin duda, en el texto “Leyendas de la Llanura” publicado en 1939 por Alberto Arvelo Torrealba en la Revista Nacional de Cultura. En dicho texto, cuyo contenido completo transcribiremos, leemos: “Esta noche, Venancio, el catire domador, echa el pasaje de cuando Florentino, el mejor coplero de la llanura, cantó con el propio Mandinga”. Y, en relación con el contenido de esta leyenda de la llanura, creemos que en él ya hay una preconcepción de lo que sería la primera versión arveliana del Corrío, publicada un año después en Cantas. Sin duda, muchos de los versos que en ella se incorporan pertenecen a la tradición anónima y sólo a partir de la segunda versión se irá forjando el extenso y maravilloso trabajo de recreación por parte de Arvelo Torrealba quien, de este modo, según palabras de Víctor Mazzei González, se convirtió en un paleontólogo de la literatura.

 

Después de la primera versión de José Romero Bello y el Carrao de Palmarito, el Corrío ha sido grabado por:

  • César Bernal y Alexis Unda.
  • Luis Porte y Braulio Palma.
  • Vidal Colmenares y Cacho Linares
  • Los Olimareños.
  • Los Cuñaos.
  • Ensamble Gurrufío y Camerata criolla.
  • Pancho Prim.
  • Teo Galíndez y Víctor Véliz.
  • Armando Martínez y el Carrao de Palmarito.
  • Ensamble Gurrufío – Camerata criolla

 

El maestro Romero Bello también hizo un buen trabajo discográfico y de producción titulado Cantaclaro, “basado en la obra del insigne maestro don Rómulo Gallegos”. En él intervienen José Romero Bello (Florentino), el Catire Carpio (Dr. Payara), José Francisco Montoya (Inojosa), el Carrao de Palmarito (Juan Parao) y Rosita Barrero (Rosángela). Además, con Juan del Campo, Antonio Barsey, Juan de los Santos Contreras y Luis Lozada, el Cubiro, Romero Bello grabó otras leyendas. Entre ellas, se destacan La Rubiera, La leyenda del Horcón y La leyenda de Paulino El Turpial y Custodio Quendo.

 

 

 

Desde el llano adentro vengo

tramoleando este cantar,

Cantaclaro me han llamado

¿quién se atreve a replicar?

 

La mañana está saliendo,

los caminos van andando

y Florentino está oyendo

sin que le estén conversando.

 

Hasta los palos del monte

tienen su separación,

unos sirven para leña

y otros para hacer carbón.

 

Por su parte, Mario Suárez, acompañado al arpa por Amado Lovera, también grabó de Cantaclaro algunas de las coplas anónimas atribuidas a Florentino y recogidas por Gallegos en esta novela. Tiempos después, estas coplas también serían grabadas por Rogelio Ortiz en su longplay “Tributo a Mario Suárez”.

https://www.youtube.com/watch?v=5DBZnnLuBsk

 

Del Cantaclaro de Gallegos, también hay en Youtube una versión cinematográfica mexicana (1945) cuyos créditos se reparten entre:

  • Antonio Badú y Esther Fernández (Protagonistas)
  • Alberto Galán y Paco Fuentes (Coprotagonistas)
  • Manuel Esperón (Dirección musical)
  • Jesús Cárdenas (Productor ejecutivo)
  • Julio Bracho (Director)

 

En definitiva, en este Foro, nuestros trabajos están orientados hacia la leyenda de Florentino y el Diablo a través de referencias o consideraciones y estudios sobre el Cantaclaro de Gallegos, el Corrío de Alberto Arvelo Torrealba y La majada del Diablo de Germán Fleitas Beroes. Del mismo modo, a la presentación de las versiones del Corrío documentadas en el Diario de un llanero.

 

Entre una y otra exposición, como ya es usual en nuestros diálogos de leyenda,  intercalaremos fotos, videos, pistas discográficas, referencias bibliográficas y, en fin, cualquier material que favorezca el intercambio de información o la producción de conocimiento sobre este tema que cerraremos con La herencia de Florentino, presentada en Youtube como  una segunda parte de Florentino y el Diablo. El orden en que expondremos los trabajos es el siguiente:

 

  • Alberto Arvelo Torrealba: Leyendas de la llanura.
  • Édgar Colmenares del Valle: Cantaclaro, Florentino y el Diablo en el Diario de un llanero (I).
  • Celso Medina: Los siameses nómadas y sus acompañantes.
  • Alberto Hernández: “Baquiano, volando rumbos” (Vida y obra de Alberto Arvelo Torrealba).
  • Guillermo Jiménez Leal: Arvelo Torrealba y la refacción de su obra.
  • Jorge Osorio: El universo de AAT.
  • Guillermo Jiménez Leal: Dos crónicas entre el budismo y la poesía de Alberto Arvelo Torrealba:

1.- Una parábola y dos versos.

2.- Un destello sabio de Huei-Neng, sexto patriarca del Budismo chino y una copla de Arvelo Torrealba.

  • Édgar Colmenares del Valle: Cantaclaro, Florentino y el Diablo en el Diario de un llanero (II).
  • Guillermo Jiménez Leal: Los caballos de Florentino.
  • Édgar Colmenares del Valle: Cantaclaro, Florentino y y el Diablo en el Diario de un llanero (III).
  • Germán Fleitas Núñez: La majada del Diablo.

 

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FOLKLORE
Leyendas de la Llanura*
Por Alberto Arvelo Torrealba

 

*Artículo tomado de la Revista Nacional de Cultura. Año 11, Nº 13.
Noviembre de 1939; pp. 103-108. Ministerio de Educación. Caracas -Venezuela.

 

Sobre los corozos del hato titila solemne y profundo el cielo de la noche venezolana. Hora de soledad serena para la audiencia del corrío. Ñéngueres alguaciles anuncian en la brisa el dolor de la sabana; y las cuerdas y las maracas entreveran su música con el sollozo de los pájaros agoreros, en dura armonía de desierto, como si los peones estuvieran amolando sus dichas inocentes en una laja de infortunios. En el patio, que pulieron verdes y olorosas escobas al atardecer, hay ahora rochela de vaqueros sombríos, y de sus mentes va surgiendo, al igual que la hacienda chúcara de entre los pajales en sombra, la punta de los aparecidos, la madrina austera de los espantos.

 

Esta noche, Venancio, el catire domador, echa el pasaje de cuando Florentino, el mejor coplero de la llanura, cantó con el propio Mandinga.

 

“Pues si, cuñao; eso lo venían comentando desde hace mucho. Todo el mundo andaba con la novelería. Tan es así que oscureciendo comenzó a llover; el río se puso de monte a monte, y las picas y veredas, no se diga; pero como que si tal cosa, a las siete y media empezamos el joropo.

 

-Usté estaba, catire?

-Y ojalá se me hubiera ocurrido irme para casa desde temprano, porque apariciones del diablo siempre asustan, cuñao. La noche estaba oscurita, y aquel aguacero, como del otro mundo. Florentino andaba a medio palo, y después de bailar unos golpes, se puso a contrapuntear con el vale Cruz. El vale Cruz es cobijoso en la porfía, usté sabe, pero con Florentino no puede. Y cuando menos acordamos, a golpe de media noche, entró el tercio: un indiecito trigueño él, lampiño, ojitos negros y avispados. No cargaba cobija, pero traía el pelodeguama y la ropa secos, y los alpargates lustrocitos, con aquel barrialón, cuñao, que había tenido que rejender para llegar al rancho. Yo al principio no me di cuenta; pero el compadre Eusebio jura que desde el primer momento le pegó el olorcito a humo de triquitraqui.

 

-Y usté se quedó, catire?

 

-Y ya que iba a hacer? Todos nos sentimos como sembrados en la tierra. Florentino fue el primero que se fijó, y de una vez le dijo al maraquero: Oiga, vale Eusebio, ese que llegó ahí es Mandinga, fíjese como viene sin una gota de agua en la ropa. Y fue ahí mismo el tercio se puso para el lado de la música, y se aclaró el pecho. Y se emparejaron, cuñao, canta va y canta viene. Florentino al principio le aflojó cuerda, pero cuando le fue a tapar la boca como ha hecho con otros, qué vá! Ah hombrecito cimarrón y resabiado! Le barajaba los lances y se le rebatía como gallo de cuerda, y cuando llevaban como una hora apechados en el corrío, le quitó las maracas al maraquero, se paró en un lado de Florentino con el sombrero echado para atrás y comenzó a cantar más duro, pero duro, cuñao, que se nos paraban los pelos:

 

Falta un cuarto pa la una,

cuando el candil parpadea,

cuando es espanto sin rumbo

con su dolor sabanea,

cuando Florentino calla

porque perdió la pelea,

cuando canta la pavita,

cuando el gallo menudea.

 

En ese momento arreció el aguacero y comenzó a tronar. En medio del desconcierto de todos, que ya se volvía espanto, Florentino cantó, empezando con el último verso del diablo:

 

Cuando el gallo menudea

la garganta se me afina

y se me aclara la idea.

Yo soy como el espìnito

que en la sabana florea:

le doy aroma al que pasa

y espino al que me menea.

 

Nos fuimos agrupando, como sin querer, alrededor de los cantadores. Las maracas sonaban desesperadamente entre los dedos del indio, que dejó correr dos compases y siguió la porfía:

 

Y espino al que me menea.

Ah caramba yo en quedarme

y usté catire me arrea.

Mire que estoy remolón

con esta noche tan fea:

vaya poniéndose adelante

pa que en lo oscuro me vea.

 

Todos miramos recelosos hacia la noche negra y relampagueante. A cada momento crecía el estruendo del aguacero y el río. Florentino le aflojó la muñeca al cuatro, y después de unos compases en silencio su voz volvió a llenar el rancho:

 

Pa que en lo oscuro me vea.

Amigo no arrime tanto

 que el bicho se le chacea.

Atrás y adelante es lo mismo

pa el que no carga manea:

el que va atrás ve p’adelante

y el que va adelante voltea.

 

Con este retruque alebrestado cogimos aliento; pero ahí mismo nos estremeció otra vez la voz del diablo, dejando apenas un compás de por medio:

 

El que va adelante voltea:

Catire usté canta mucho

pero quítese esa idea

de que me puede enseñar

cómo se canta un corrío…

Los perros están aullando

escúcheles los aullíos,

los gallos están cantando

recuerde lo convenío.

Zamuros de la barrosa

del alcornocal del Frío,

albricias pido señores

que ya Florentino es mío.

Las mujeres comenzaron a salirse de la sala, santiguándose. Mandinga paró las maracas, como proponiendo el fin del contrapunteo; pero el cuatro siguió a la bandola, y la voz de Florentino volvió a oírse:

                                               

Que ya Florentino es mío.

Si usté dice que soy suyo

será que me le he vendío,

si me le vendí me paga

porque yo a nadie le fío.

Yo no soy pájaro bobo

pa está calentando nío.

 

¡Cuñao! ¡Me acuerdo como si fuera ayer! El indiecito arrugó el entrecejo, se echó el sombrero más atrás, se rebatió una de las maracas cerca de la oreja zurda, como provocándose él mismo, y soltó este retruque:

 

Pa está calentando nío.

No sé si es pájaro bobo

pero va por un tendío;

con el adiós de los gallos

yo me llevo a los rendíos

en el anca e mi caballo

que sabe un trote sombrío…

Y vuelvo a cambiarle el pie

a ver si topa el hatajo

 

Pero Florentino estaba crecido, y sin coger respiro atropelló, como si nada extraordinario tuviera entre manos:

 

A ver si topa el hatajo.

Cuando se fajan me gusta

porque yo también me fajo.

Zamuros de la barrosa

del alcornocal de abajo

ahora verán, señores,

al diablo pasar trabajo;

déjenlo que pare senas

yo sabré si le barajo,

déjenlo que barajuste

que yo en mi rucio lo atajo.

alante el caballo fino

atrás el burro marrajo,

antes que toquen la una

se lo lleva quien lo trajo;

Quién ha visto doro-doro

cantando con arrendajo:

Si me cambió el consonante

también lo puedo cambiar.

 

A Mandinga le relampagueaban los ojos de rabia; pero luego una brisa de triunfo le blanqueó en los dientes, porque en los dos últimos versos la garganta le falló a Florentino. Las maracas tronaron otra vez, y la voz del diablo se oyó inmensa, cuñao, como del tamaño de la noche:

 

                                              

También lo puedo cambiar.

Ay, catire Florentino,

arrendajo y turupial,

qué largo y solo el camino

que nunca desandarás;

con esta noche tan negra

chaparral y chaparral…

Ni te valió tu baquía

ni te salvó tu cantar

ay, catire Florentino

arrendajo y turupial.

 

Ahora toditos estábamos contra la pared temblando. Al compadre Ambrosio se le cayó la bandola de entre las manos. Veíamos a Florentino derrotado. Ya era agarrarlo el indio y echarlo por delante; pero como todavía faltaban unos segundos para la una, Florentino tuvo tiempo de aclararse el pecho, y rajó de golpe el silencio con la voz clarita:

 

Arrendajo y turupial.

Zamuros de la barrosa

salgan del alcornocal

pa que miren a Mandinga

el brinco que va a pegar.

Sácame de aquí con Dios

Virgen de la Soledá,

Virgen del Carmen bendita,

sagrada Virgen del Real,

Virgen de la Coromoto,

Virgen de Chiquinquirá,

piadosa Virgen del Valle,

santa Virgen del Pilar…

Niño de Atocha bendito,

Santísima Trinidá

 

“Cuñao! ¡Nadie supo lo que pasó! De golpe quedamos en lo oscuro, todos como tocados de centella; y cuando cesó el alboroto y volvieron a prender la luz, del indiecito, ¡el puro olor de azufre! Florentino quedó cantando solo, sin parar el golpe, nombrando santos, y después quería que siguiera el joropo. Yo le puse una mano a mi manta y otra a mi chinga, y para casa se ha dicho, cuñao, a pasar el susto”.

 

Sobre los corozos del hato titila sereno y profundo el cielo de la noche venezolana.

A.A.T.

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Florentino y el Diablo (Segunda edición)

Letra: Alberto Arvelo Torrealba

Música: Folklore llanero.

Intérpretes: José Romero Bello (*1932 / +1998)

y Juan de los Santos Contreras, el Carrao de Palmarito (*1928 / +2002)­­­­­­­­­­­­­­­­­

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Cantaclaro, Florentino y el Diablo en el Diario de un llanero. (I)*
Édgar Colmenares del Valle

 

*Fragmento tomado del “Estudio preliminar” del Diario de un llanero de Antonio José Torrealba, (Edición y estudio por Édgar Colmenares del Valle). Caracas: Universidad Central de Venezuela, Gobernación del Estado Apure; 1987. 6 vols. 1: pp. XXXIX-XLI).

 

En Cantaclaro, en el capítulo “Al abrigo de las matas”, Florentino, en diálogo con el baquiano del Caraqueño, oye hablar de un viajero que junto con su familia llegó a pernoctar a orillas del Cunaviche y, finalmente, ante la presencia de un ser de ultratumba que nos los deja dormir, abandona aquel extraño paraje en horas de la madrugada. En la novela, el personaje es don Manuel Mirabal (que en algunas ediciones aparece como Miravel). En la vida real, es decir a nivel del referente, es Manuel Mirabal Ponce, un llanero amigo de Gallegos y de Torrealba. Él y don Rómulo fueron quienes atendieron a Torrealba cuando este vino en 1930 a conocer la capital de la república. De esta visita, hay una amplia relación en el Diario. En ella, Torrealba destaca el recorrido que hizo por distintos sitios históricos de Caracas, acompañado por sus dos viejos amigos.

 

Mirabal Ponce es el mismo que en Fantoches, el 26 de noviembre de 1925, dos años antes del viaje de Gallegos a La Candelaria, publicó un artículo titulado “Florentino y el Diablo”. En él, narra la historia de Florentino y, además, incluye algunos de los versos que éste cantó en su legendario encuentro con el Diablo:

 

Llaneros del alto llano

llaneros del llano abajo,

ahora mirarán hermanos

al Diablo pasá trabajo,

válgame la Virgen pura

Santísima Trinidá

el Santo Niño de Atocha

San Pedro de Bogotá.

 

En su artículo, Mirabal Ponce presenta un Florentino “galanteador como ninguno”, que “tenía fama de afortunado entre las hembras que siempre se disputaban las glorias de tejer los cordones de sus barboquejos”. Y, además de recoger varias de las estrofas que la tradición oral mantenía vivas como ejemplo patente de la creación folclórica, Mirabal Ponce precisa cómo sucumbió Florentino, dejando “como único rastro un montón de cenizas” y la gloria de ser el mejor coplero de todos los tiempos:

Naturalmente que semejante victoria hizo crecer en mucho la fama de Florentino, mas no gozó de ella mucho tiempo porque en el verano siguiente un enorme cometa apareció en el horizonte, y aunque Braca, el llanero de más experiencia en todos aquellos contornos, aseguró que se trataba de uno de los Reyes Magos a quienes Dios enviaba algunas veces en esa forma para que se impusieran de lo que pasaba en la Tierra, se comprobó luego que no era así, cuando un día, el mismo en que desapareció el cometa en dirección de Cunaviche, se vio una gran candelada por la noche hacia el rancho de Florentino, y sólo se encontró de éste al día siguiente, como único rastro, un montón de cenizas donde estaba la casa y en el banco cercano a ella unos huesos calcinados, acaso los del zaino vainilla que dormía acomodado a una macolla de vetiver.

 

El relato plantea la venganza del Diablo. Este Florentino, al igual que el de Gallegos, se pierde como consecuencias de su victoria que es la del Bien sobre las fuerzas del Mal. La coincidencia entre ambos personajes, en el plano psicológico y en el de las relaciones intersígnicas, de nuevo, parece obvia y todo hace suponer que Gallegos conoció también este texto de Mirabal Ponce y, quizás, una versión primitiva del poema en la que, a pesar de las simpatías que inspira Florentino, se erige un Diablo triunfante:

 

Señores traigo noticias

para llevarlas al Frío

y a todos les pido albricias

que ya Florentino es mío.

 

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Cantaclaro, Florentino y el Diablo en el Diario de un llanero. (II)*
 
Édgar Colmenares del Valle

 

*Transcripción de la Nota N° 4 correspondiente al Cuaderno N° 11 (Vol. 1: pp. 478-480) del Diario de un llanero de Antonio José Torrealba.  1987. (Edición, Estudio preliminar y Notas por Édgar Colmenares del Valle). Caracas: Universidad Central de Venezuela, Gobernación del Estado Apure; 1987. 6 vols.

 

4.- Este fragmento [del corrío] pudo haberse tomado de la versión de “Florentino y el Diablo” que Alberto Arvelo Torrealba incluyó en sus Glosas al cancionero en 1940. Sin duda, Torrealba leyó esta obre de Arvelo y copió parte de ella en el Diario y en los Libretones (Véase la nota 4 al Cuaderno N° 10). Sin embargo, habría que señalar que el encuentro de Florentino y el Diablo ha sido trovado desde siempre en el Llano. Personalmente creo que hay versiones que anteceden a la de Arvelo. Algunos fragmentos de una de estas versiones los recoge Manuel Mirabal Ponce en una nota titulada “Florentino el cantador”, publicada en Fantoches el 26 de noviembre de 1925. En ella, Mirabal Ponce dice: “En todo el cajón de Arauca no ha existido ni nunca existirá otro cantador como el difunto Florentino. Su nombre ha pasado de boca en boca entre los llaneros, de una a otra generación, y aunque nadie puede determinar cuando realmente existiera, no hay de ello ninguna duda”. En cierta ocasión, en un baile, “sabiéndose Florentino como siempre vencedor de tantos cantadores, cantó con jactancia:

 

Yo me la paso cantando

toda la noche y el día

y no he podido encontrarme

garganta como la mía

 

Pero apenas hubo terminado, cuando una voz hasta entonces no oída por ninguno contestó vibrante desde la puerta:

 

Yo estuve en París de Francia

y en América del Norte

a saber si yo tenía

mi garganta de resorte.

 

Y de este modo se inició el contrapunteo y con él la leyenda. “Llegando al filo de la medianoche -prosigue Mirabal Ponce- y sabiendo Mandinga que él debía desaparecer en cuanto los gallos menudeasen, ya que en resistencia no podía vencer a Florentino, quiso provocarlo en su amor propio y le manifestó que sólo le perdonaría si en una sola copla le nombraba las Tres Divinas Personas, acompañadas de algunos santos más, debiendo cada verso contener el nombre de uno, aceptó Florentino confiado en su propio ingenio, pero el Diablo que ya se creía triunfante, cantó en celebración:

 

Señores traigo noticias

para llevarlas al Frío

y a todos les pido albricias

que ya Florentino es mío

 

Pero Florentino con mucha seguridad le contestó, cambiándose rápidamente la mascada de tabaco:

 

Llaneros del alto llano

llaneros del llano abajo,

ahora mirarán hermanos

al Diablo pasá trabajo,

válgame la Virgen pura

Santísima Trinidad

el Santo Niño de Atocha

San Pedro de Bogotá.

 

Y, casi inmediatamente, una detonación como de varios cañonazos juntos hizo temblar la casa y caer privados a todos; era el Diablo que había reventado estrepitosamente…

 

En su nota, Mirabal Ponce dice que, finalmente, el Diablo se llevó a Florentino, un día, “el mismo en que desapareció el cometa en dirección de Cunaviche”.

 

Torrealba, por su parte, en este mismo Cuaderno [Vol. 1 / N° 11: 166] incluye una glosa (la que dice Ricardo Rojas) sobre el mismo tema del corrío. Esta glosa se repite en el Cuaderno N° 41 (Vol. 6: pp. 454-455), en el que también hay otra versión del corrío. Como se ve, este tema constituye un verdadero tópico que ha sido objeto de diversas formas de expresión. Del mismo modo, constituye un centro de interés para la exégesis de fuentes literarias. Una de éstas, la hizo recientemente Víctor Mazzei González (1987) quien en su trabajo Los Florentinos sostiene que Arvelo Torrealba hizo “un trascendente trabajo de rescate en materia popular”. En tal sentido, Mazzei González admite la existencia de otras versiones anteriores a la de Arvelo, al reconocer que éste “como un paleontólogo de la literatura, recrea el asunto del corrío anónimo primitivo”.  Si bien -agrega- “no debe verse en Arvelo una pura recomposición de las piezas perdidas del viejo corrío llanero, sino un absoluto cambio cualitativo; una transformación del canto ingenuo, de unas cuantas coplas, en el gran poema culto, Florentino y el Diablo, de más de mil doscientos versos”. (Véase Mazzei González, Víctor. 1987. Los Florentinos. Caracas: La Casa de Bello; 35 p.)

 

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