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LA LLORONA- SEGUNDO DIÁLOGO (Primera Parte) – Edgar Colmenares del Valle

LA LLORONA- SEGUNDO DIÁLOGO (Primera Parte)

– Tal como lo anunciamos en el primero de estos Diálogos de leyenda, hoy vamos a retomar la trayectoria, las diversas manifestaciones y los nombres de este personaje del inframundo que transita por múltiples confines, que se ha instalado en el imaginario colectivo y que, en países como México, por ejemplo, es un patrimonio cultural cuyo origen se vincula con acontecimientos históricos, seres sobrenaturales y deidades prehispánicas.

Para esta sesión, tendremos varios invitados. Oportunamente, los iremos presentando. A ellos, en este momento, les decimos ¡Bienvenidos! y, además, que con ellos sean bienvenidas la pluralidad imaginativa y la diversidad en la investigación y exposición del conocimiento. Les adelanto que a mí, temas como este de la Llorona y otros personajes espectrales, me hacen recordar que Einstein, según leí en algún texto cuya referencia no recuerdo, comparaba la ciencia con una novela policial. Siempre se inicia con un misterio no resuelto y a medida que avanzamos en la lectura no sabemos si tendrá solución. También me adelanto a exponer que estoy convencido de la existencia de varias leyendas de la Llorona con orígenes diversos y con trasfondos comunes en armonía con la estructura propia de un mito paradigmático que se documenta en América y en otros continentes.

Como es usual en nuestros diálogos, entre una y otra intervención, ilustraremos o complementaremos nuestras ideas con imágenes audiovisuales o con citas textuales extraídas de diversas fuentes web-bibliográficas. A manera de presentación del tema y de introducción a su naturaleza y trascendencia comenzaremos, precisamente, con la transcripción de estos dos párrafos que resumen los aspectos esenciales de esta leyenda:

La Llorona es un espectro del folclore hispanoamericano que, según la tradición oral, es el alma en pena de una mujer que ahogó a sus hijos, y que luego, arrepentida y maldecida, los busca por las noches por ríos, pueblos y ciudades, asustando con su sobrecogedor llanto a quienes la ven u oyen. Su leyenda posee gran diversidad de versiones, con generalidades y particularismos propios de muchas regiones geográficas. A pesar de ello, su relato mágico y sobrenatural, emergido de múltiples orígenes, es constante y reconocible, con añadidos, texturizaciones e hibridaciones de muy diversos tipos.

La leyenda de la Llorona es antigua, tiene orígenes prehispánicos, en la forma de diversos personajes con características similares, presentes en las cosmogonías y creencias ancestrales de los pueblos autóctonos de América, transmitidos de forma oral de generación en generación, hallándose relatos comunes pero con diversas imágenes, emblemas y símbolos, lo que le da al mito una rica diversidad cultural. Durante la época colonial, las generalidades de la leyenda tomaron forma, y a través del tiempo, la leyenda de la Llorona se ha convertido en parte del imaginario colectivo de Hispanoamérica, trascendiendo fronteras y volviéndose parte de la identidad cultural, el folclor y la imaginería popular de muchos países. En la actualidad, la leyenda continúa siendo muy popular desde México hasta la Argentina, así como en los estados del sur de los Estados Unidos con mayor población de habla hispana, como Arizona, Texas y Nuevo México. En el caso particular de México, el personaje de la Llorona es signo de identidad nacional y Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México. (Cf. https://es.wikipedia.org/ wiki/Llorona).

Por supuesto, junto con la transcripción del material documentado, presentaremos las visiones, comentarios y opiniones que tengan nuestros invitados sobre este espectro y sus congéneres. Adelanto que como trabajo adicional a este diálogo, hemos preparado un repertorio léxico que incluye en orden alfabético los nombres de la Llorona y de otros seres fantasmagóricos. En el transcurso del diálogo, daremos y comentaremos algunos de estos nombres. El repertorio léxico completo irá a Diccionarística. Hoy, nuestro primer invitado es mi hermano Antonio quien una vez más comparte con nosotros parte de sus experiencias.

-Gracias, hermano. Me disculpas, pero yo quisiera hablar después de haber oído a otros de los participantes. Me gustaría, si es posible, escuchar primero a Guillermo, nuestro común amigo que tiene una vasta experiencia como folklorista y como promotor cultural. Además es músico, compositor e intérprete de la música llanera y, sin duda, quien mejor ha musicalizado y cantado las composiciones de su paisano el poeta Alberto Arvelo Torrealba. En este instante, me limitaré a decirles que a mí la Llorona me ha salido varias veces, desde niño. No sé si ella es una sola persona o sí son varias. Su leyenda es como la de la Sayona. En las dos se entrecruzan varias historias. Algunas son puros inventos. Pero lo que sí es cierto es que a mí la Llorona me ha salido varias veces y, más adelante, les contaré lo que viví en dos de esas ocasiones. Del tiro, juré que más nunca volvería a andar de noche cerca de un río. Por lo que he leído y oído en estos diálogos, creo que la que me salió una noche que venía de madrugada para mi casa fue la Sayona y no la Llorona. Bueno… ya hablaremos. Con ustedes, Guillermo Jiménez Leal:

– Gracias, Antonio Vera. Gracias a Édgar por la invitación. Gracias por colocar esa interpretación que grabé hace ya algunos años del poema “El canoero del Caipe” de Alberto Arvelo Torrealba. En la bandola me acompañó el maestro Anselmo López. Sobre el tema de este diálogo lo primero que quiero decir es que yo soy llanero, barinés, y como tal me atrevo a afirmar que en todo el llano venezolano, en las demás regiones de nuestro país y en otros países de este y de otros continentes, las leyendas forman parte del ideario individual y colectivo. Frecuentemente, una leyenda se hace parte no sólo de la identidad y del patrimonio cultural de un gentilicio, sino de un credo que se repite generación tras generación y la consagra como portavoz de un hecho fantástico asumido como auténtico. Sobre todo en los campos, en los pueblos y en ciertos sectores de las grandes ciudades. Fijémonos en detalles como este: en la página de Youtube donde está “El canoero del Caipe” y se anuncian otras de mis interpretaciones, una persona identificada como César Ramírez se hace eco de la historia protagonizada por Maruja, el compadre Braulio y el Canoero y la cataloga como leyenda. Al respecto, dice:

La pija, compa, he escuchado esa leyenda del Canoero del Caipe. Es verdaíta, compa. A unos amigos de Torunos. Me echaron el cuento que lo han visto. Dicen que no hay que darle la espalda. No sé si será el mismo, compa, pero muerto es muerto. Lo demás es llano.

Siempre en la leyenda hay una historia cotidiana, parcial o totalmente verdadera, que de tanto contarse y de tanto ponderarse termina magnificando a los personajes y éstos, sean héroes o villanos, a medida que se insertan en la tradición, se convierten en seres sobrenaturales. De acuerdo con este testimonio de César Ramírez, reforzado por los “amigos de Torunos”, un pueblo de Barinas a orillas del río Santo Domingo, ya el personaje del poema de Arvelo Torrealba es una figura etérea que si antes vivió como ser humano, ahora vivirá eternamente como fantasma. Entonces, nada impide pensar que el antecedente humano de la Llorona haya sido, en efecto, una mujer que mató a sus hijos. ¿Qué dónde y cuándo ocurrió? Bueno, la Historia nos conduce a pensar que fue en México en un momento impreciso del denominado período prehispánico. Pero, sin objeción alguna, puede pensarse que fue en otro lugar o que hubo una simultaneidad de Lloronas, dos, tres, cuatro, no sé cuántas, en diferentes regiones y en diferentes momentos. El fenómeno de la ubicuidad que, según dicen, poseen estos seres como la Llorona podría, entonces, estar relacionado con esta variedad de orígenes, es decir, con el poligenismo, una doctrina que, dicho sea de paso, se contrapone a la del origen único de la especie humana. Y no hay que olvidar que la Llorona inicialmente fue un ser humano. Una vez, y con este cuento, que no es cuento, que es verdad, cierro esta intervención, una vez, como decía, siendo aún adolescentes, íbamos en una bicicleta, desde Barinas para Obispos, de noche, con la luna en absoluto plenilunio, mi amigo Ruperto Hurtado y yo. Cuando ya casi estábamos al final del puente sobre el Santo Domingo, vemos que viene en sentido contrario una mujer vestida de blanco que antes de esfumarse frente a nosotros pegó un leco espantoso y luego nos dijo: -¡Mis hijos! ¡Mis hijos! ¿Hacia dónde van? Del tiro, los dos nos caímos de la bicicleta y mientras nos parábamos vimos de nuevo a la mujer que se alejaba caminando y elevándose progresivamente sobre las aguas del río en medio de aquella claridad. Con ella se distanciaban su llanto y aquel leco que nos duró mucho tiempo en los oídos: ¡Mis hijos! ¡Mis hijos! ¿Hacia dónde van? Por ahí mismo, Ruperto arrancó en la bicicleta y me dejó. No había rodado cincuenta metros cuando ya yo lo había alcanzado, lo pasé, seguí corriendo y llegué primero que él a la casa.

            -¿Tú dirías, entonces, que la Llorona existe?

            -Mira… Recuerda que al comienzo de mi intervención dije que yo soy llanero. Con esto lo que quiero recalcar es la idea de que provengo de una tierra donde es frecuente, sobre todo en el pasado, que en cualquier travesía por agua o por tierra te salga un aparato, es decir, una de esas criaturas fantasmagóricas que llaman encantos, espantos, muertos, aparecidos, bichos o ánimas que en la mayoría de los casos tienen nombres y espacios propios. Por supuesto, todo ese mundo sombrío influye en nuestra idiosincrasia y a ellos los asumimos como seres dignos de memoria. A mí, de esa experiencia me quedó el cuento y el susto. Y la duda… a pesar de que soy un hombre de pensamiento científico, con formación universitaria en el área de la sociología y con largos años vividos en Europa.


– Gracias, Guillermo. Ahora, vamos a darle la bienvenida a Martha. Antes, quiero decirles que, como introducción al recuento histórico que ella nos va a hacer, teníamos previsto un enlace con Youtube para oír la voz de Porfirio Torres narrando la versión de la historia de la Llorona que se trasmitió en una de las ediciones del programa radial Nuestro insólito universo producido por Rafael Silva. Lamentablemente, este enlace fue desactivado. Sin embargo, como referencia histórica y como testimonio de la presencia de esta leyenda en todos los medios de expresión contemporáneos, hemos mantenido la dirección con que se le ubicaba en Youtube.

https://www.youtube.com/watch?v=SFVfcFWt98A

            -Hola, soy Martha. Es un placer acompañarlos. Yo oí ese programa. Está muy bien hecho. Al oírlo, me dí cuenta de que en esa versión los hechos que motivan la conversión de una mujer en la Llorona suceden en el período colonial. En cambio, en el segundo de los párrafos transcritos al inicio de este diálogo se afirma que la Llorona “tiene orígenes prehispánicos”. En estos orígenes ya se capta la diversidad que va a engendrar las diferentes versiones en torno a este personaje condenado a vagar eternamente en búsqueda de sus hijos cumpliendo, desde entonces, un sinfín de funciones cuyo denominador común es causar terror, inspirar miedo y sancionar moralmente a los maridos infieles, a los bebedores consuetudinarios, a las mujeres de vida licenciosa o perjuras y a los niños irrespetuosos o desobedientes. En México, lugar donde según algunos investigadores surge la leyenda, uno de los antecedentes más divulgados es el que la asimila con la diosa mexica Cihuacóalt que tiene múltiples atributos que asume a través de diferentes nombres. Así, entre otras, es: Coatlicue diosa de la tierra, Quilaztli diosa de la fertilidad y de los partos y Tonantzin madre de los mexicas y de los dioses. Entre estos antecedentes se tiene como primera documentación la referencia que hacia 1550 da en el sexto presagio funesto Fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España (1540-1585).

… aparecía muchas veces como una señora compuesta con unos atavíos como se usan en Palacio; decían también que de noche voceaba y bramaba en el aire… Los atavíos con que esta mujer aparecía eran blancos y los cabellos los tocaba de manera, que tenía como unos cornezuelos cruzados sobre la frente. (Libro I, Cap. VI).

Recuerden que los presagios funestos recogidos por Sahagún en su obra anteriormente citada son ocho. A cada uno se le tiene como una señal premonitoria de la invasión española, el posterior derrumbe del imperio de Moctezuma II y el sometimiento de los pueblos indígenas al régimen político y a la cultura españolas.

(Imagen bajada de https://www.google.com/search?q=sexto+presagio+)

Esta señora compuesta que voceaba y bramaba en el aire, según el sexto presagio, es la diosa Cihuacóalt. El resto de esta historia, que incluye la conversión de Cihuacóalt en la Llorona, se resume en estos términos:

Uno de estos presagios fue la aparición de la diosa Cihuacóatl en la forma de una mujer vestida con un vaporoso vestido blanco, y sueltos los negros y largos cabellos, se materializaba sobre las aguas del lago de Texcoco, y vagando entre los lagos y los templos del Anáhuac, lloraba y se lamentaba gritando «Ay mis hijos, ¿dónde los llevaré para que escapen de tan funesto destino?», aterrorizando a los habitantes de Tenochtitlan. Después de la Conquista de México, durante la Época Colonial, los pobladores reportaban la aparición del fantasma errante de una mujer vestida de blanco que recorría las calles de la Ciudad de México lanzando tristes alaridos, pasando por la Plaza Mayor (antigua sede del destruido templo de Huitzilopochtli, el mayor dios azteca e hijo de Cihuacóatl), donde miraba hacia el oriente, y luego siguiendo hasta el lago de Texcoco, donde se desvanecía entre las sombras.(Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Llorona).

Sobre este tema y, en general, sobre otros aspectos relacionados con la historia de la conquista en México puede consultarse el trabajo de Miguel León Portilla titulado Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. Hay muchas ediciones. Una de ellas se incluye en la Biblioteca del estudiante universitario publicada por la Universidad Nacional Autónoma de México.

– Muy bien, Martha. Gracias por tu participación en este diálogo.

– Luego volveré con algunos nombres de la Llorona y de algunos de sus congéneres del mundo espectral.

– Perfecto. Ya tenemos a Antonio Vera listo para tomar la palabra. Quiero desde ya agradecerle que haya atendido nuestra invitación. Él nos va a leer un texto que ha escrito especialmente para este encuentro. Previamente, voy a acotar que en el primer volumen de los tres que estructuran la obra Memoria del fuego, su autor, Eduardo Galeano, recrea el contenido de los presagios funestos de este modo:

Presagios del fuego, el agua, la tierra y el aire

Un día ya lejano, los magos volaron hasta la cueva de la madre del dios de la guerra. La bruja, que llevaba ocho siglos sin lavarse, no sonrió ni saludó. Aceptó, sin agradecer, las ofrendas, mantas, pieles, plumas, y escuchó con una mueca las noticias. México, informaron los magos, es señora y reina, y todas las ciudades están a su mandar. La vieja gruñó su único comentario: Los aztecas han derribado a los otros, dijo, y otros vendrán que derribarán a los aztecas.

Pasó el tiempo.

Desde hace diez años, se suceden los signos.

Una hoguera estuvo goteando fuego, desde el centro del cielo, durante toda una noche. Un súbito fuego de tres colas se alzó desde el horizonte y voló al encuentro del sol.

Se suicidó la casa del dios de la guerra, se incendió a sí misma: le arrojaban cántaros de agua y el agua avivaba las llamas.

Otro templo fue quemado por un rayo, una tarde que no había tormenta.

La laguna donde tiene su asiento la ciudad, se hizo caldera que hervía. Las aguas se levantaron, candentes, altas de furia, y se llevaron las casas por delante y arrancaron hasta los cimientos.

Las redes de los pescadores alzaron un pájaro de color ceniza mezclado con los peces. En la cabeza del pájaro, había un espejo redondo. El emperador Moctezuma vio avanzar, en el espejo, un ejército de soldados que corrían sobre patas de venados y les escuchó los gritos de guerra.

Luego, fueron castigados los magos que no supieron leer el espejo ni tuvieron ojos para ver los monstruos de dos cabezas que acosan, implacables, el sueño y la vigilia de Moctezuma. El emperador encerró a los magos en jaulas y los condenó a morir de hambre.

Cada noche, los alaridos de una mujer invisible sobresaltan a todos los que duermen en Tenochtitlán y en Tlatelolco. Hijitos míos, grita, ¡pues ya tenemos que irnos lejos! No hay pared que no atraviese el llanto de esa mujer: ¿Adónde nos iremos, hijitos míos? (Los nacimientos. Madrid: Siglo XXI, [1982 (1991)].

(Imagen bajada de https://listas.20minutos.es/lista/los-8-presagios-funestos-la-vision-de-los-vencidos-en-la-conquista-de-la-nueva-espana-mexico-tenochtitlan-270134/)

-Corría el mes de agosto del año 1963, época de vacaciones escolares, y habiendo sido yo promovido al 3er grado de Educación primaria, mi regalo fue ir a pasar mis vacaciones donde mi tia Julia García cuya casa quedaba a sólo dos cuadras de la mía. Aquello, déjenme decirles, fue motivo de gran alegría, ya que ahí el tío Salvador tenía una bodega y esto implicaba tener a mi disposición cambures maduros, queso, papelón y otras tantas cosas que el tío vendía en su bodega de las que yo carecía en mi casa.La casa de mi tía tenía tres habitaciones y en el cuarto de la esquina estaba la bodega, en el otro dormían ella y mi hermana Isabel que fue su compañera de toda la vida. La tercera habitación era la de mi difunta abuela. En esa habitación, que se comunicaba a través de una puerta interna con la de mi tía, me alojaron a mí. La casa está ubicada a sólo una cuadra del viejo hospital Pablo Acosta Ortiz. Una noche, a las dos en punto de la madrugada, según un reloj de péndulo que había en la casa, me despertaron unos lamentos que venían desde la calle. Sobresaltado, brinqué de mi chinchorro y fui hasta la ventana para averiguar qué pasaba afuera.Con sumo cuidado, fui abriendo la ventana que daba a la calle y miré a una mujer alta de pelo muy largo, vestida de blanco, que daba alaridos, llorando por un hijo que se le había perdido. No le pude ver la cara porque se la tapaba con un pañuelo blanco que sujetaba con una de sus manos. Hasta ahí… todo normal… el problema surgió cuando ella llegó a la esquina donde estaban unos perros callejeros que dormían en la puerta de la bodega. En lo que esa mujer se les acercó, vi que se quitó el pañuelo que cubría su rostro y aquellos pobres animales, después de tener una actitud tan agresiva, salieron despavoridos, llorando y aullando como si les estuvieran dando una soberana paliza. Y la madrugada se llenó de lamentos y aullidos de perros.  Como pude, cerré la ventana, me acosté y no pude conciliar el sueño. En la mañana cundió el cuento de lo sucedido en la noche. Fue entonces cuando mi tía y mi hermana me dijeron que se les había olvidado advertirme que en esa calle de madrugada sale la Llorona. Sale a buscar un hijo que se le perdió en ese trayecto del hospital al cementerio que queda a dos cuadras de aquí. Que no se me fuera a ocurrir abrir la ventana para verla y que no me dejara ver por ella porque si ella llegaba a verme de frente yo me volvería loco y terminaría aullando como los perros. El resto del cuento es que a media mañana llegaron unas viejas a la bodega contando que el pariente Ramón García, que vive por la misma calle y es saxofonista, venía a esa hora de tocar una fiesta y se topó con la mujer que venía caminando en sentido contrario. La esperó no se sabe con qué intención y con el saxofón guindando del pescuezo. Como dice el poeta autor de Rosalinda, cuando la tuvo al encuentro, la mujer le peló los dientes y entre llantos y alaridos le preguntó por su hijo. Bueno, les cuento el final. El saxofón todavía no ha aparecido y a él lo encontraron hace poco tirado en la orilla del río. Dicen que no habla y que los ojos le quedaron como un dos de oro.

-Gracias, Antonio.

-Continuamos… ¿De qué hablan ustedes dos que los veo tan risueños?

-Bueno… Fue que Guillermo me preguntó qué si Ramón le había hecho algo a la mujer antes de que ella lo asombrara porque ese lo que está es asombrao. Pero ya te imaginarás cuáles fueron las palabras que usó para hacerme la pregunta.

-Tranquilos… tranquilos… Proseguimos. A continuación, del primer diálogo que hicimos sobre la Llorona vamos a transcribir este párrafo:

Cuando nosotros vivíamos en el campo, nuestro padre nos decía que los gritos de la Llorona no eran humanos. Ni de ultratumba. -Es mentira, contaba, que sea el alma errante o el espectro, bonito o feo, según las circunstancias, de una mujer que busca a sus hijos. Fíjate en este detalle: ella sale solamente por las noches, como las perezas. El grito de la Llorona es el grito de una pereza en celo. Ya sea porque está sola y con su alarido llama a la pareja, ya sea porque la encontró y están fornicando.

A lo anteriormente transcrito, vamos a agregar esta información:

En Sudamérica existen algunas leyendas precolombinas que fueron asociadas con la de la Llorona una vez establecido el dominio hispano sobre el continente, pero que no tienen un origen común con esta, a pesar de que existan aspectos muy similares. Pueden encontrarse trazos similares en la leyenda del Ayaymama de la mitología amazónica peruana. En esta leyenda, una madre abandona a sus dos hijos en un río porque siente que ella va a morir de una enfermedad y quiere evitar que ellos mueran por su causa. Los niños terminan transformándose en pájaros que emiten un sonido lastimero. En las leyendas guaraníes de Paraguay, Uruguay y Argentina, el mito de la Llorona está relacionado con el urutaú (Nyctibius griseus), también llamado güemí-cué, un ave nocturna que emite sonidos semejantes a una mujer que llora. (Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Llorona).

El urutaú se cuenta entre las aves que también han motivado numerosas leyendas y canciones. A la leyenda de esta ave le dedicaremos uno de nuestros próximos diálogos. De momento, adelantamos esta información:

Se trata de un ave nocturna caprimulgiforme de la familia Nyctibiidae. Dependiendo del lugar en que se encuentre se lo conoce por diversos nombres: nictibio, urutaú, kacuy, potoo, pájaro fantasma, biemparado norteño, pájaro estaca menor, estaquero común, guajojó, ayaymama. Habita en los bosques abiertos y sabanas y es muy difícil de contemplar.(Cf. https://www.info-natura.com/blog/2014/01/27/el-nictibio-una-extrana-ave-que-habita-en-venezuela/).

El grito y los llantos de la Llorona también se le atribuyen a la lechuza. Esta creencia, al igual que la leyenda, tiene su origen en algunas de las etnias autóctonas. Al respecto, en Internet, documentamos:

En la mitología talamanqueña, la lechuza, señora de la noche, está relacionada con el mito de la Wíkela, la Tulevieja, la llorona de las leyendas bribris. Para los pueblos talamanqueños, la lechuza surgió cuando Sibú, el dios máximo, mató a la Wíkela, que quería comerse a los indígenas, cocinándola en una olla de barro. Al morir, su ojo derecho se reventó y se convirtió en una lechuza, cuyo ulular recuerda el llanto de una mujer. (Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Llorona).

-Édgar, permíteme. Acabas de nombrar a la Wikela y la Tulevieja como dos seres homologados con la Llorona. A esos dos nombres vamos a agregar estos que también identifican a la Llorona o que, de algún modo, por su origen, por su imagen de mujeres bestiales que lloran y causan terror, se reconocen como sus congéneres: Pucullén, Chocacíhuatl, Tunda, Patasola, Tarumama, Muelona, Sucia, Tepesa, Silampa, Calchona, Viuda, Cegua, Siguanaba, María Pardo, Tarumama y Sayona. Chocacihualt es a quien Fray Bernardino de Sahagún identifica con la diosa Cihuacóalt.  En México, además, a la Llorona se le identifica con la Malinche y en España y otros países europeos se habla del espectro de una mujer vestida de blanco conocida, precisamente, como la dama de blanco y como la dama de agua, una mujer que mató a sus hijos como consecuencia de una relación amorosa no correspondida. A propósito de esa identificación de la Malinche con la Llorona, Alberto Martos García y Aitana Martos García en un trabajo titulado “Nuevas lecturas de la Llorona: imaginarios, identidad y discurso parabólico” sostienen que la superposición de la historia de La Llorona con La Malinche es un pretendido intento evemerista, al igual que se ha hecho en España con el mito de La Serrana de la Vera al buscar como fuentes personajes reales y peripecias documentadas”.(Cf. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-23762015000200011). En un principio, de acuerdo con el evemerismo,  la teoría creada por Evémero de Mesene (s. IV a. C) para explicar el origen de los mitos, los dioses paganos fueron personajes históricos posteriormente magnificados. Particularmente ilustrativas en torno a todo lo relacionado con la Llorona y otros personajes del inframundo diseminados por todas partes, son estas ideas expuestas por los mismos autores en la página anteriormente citada:

El localismo y la diseminación de variantes permiten variaciones fabulísticas numerosas, que en el caso de La Llorona, se contarían por decenas o cientos incluso, hasta el punto de que acaso deberíamos postular más bien una familia de leyendas de La Llorona, cuyos versiones se ramifican «a lo ancho y a lo largo» de América, que no puede ser tomada como simples avatares de la leyenda que eclosiona, por así, decir, en el México colonial.

Dicha dispersión y labilidad de formas y variantes tampoco debe hacernos caer en la tentación de subrayar lo accesorio en detrimento de lo esencial, y tampoco pueden distraernos de este propósito las versiones más literaturizadas o incluso las que surgen del auge de la cultura mediática y popular (cine, música, plástica…). Para huir de lo pintoresco y acceder al núcleo de la leyenda, lo primero sería «desvelarla» como ente de prosopografía intercambiable, si aceptamos que La Llorona no es un simple fantasma sino una suerte de dama blanca, encantada dama de agua, vinculada desde luego a ciertos lugares de poder, y que tiene una naturaleza infernal-oracular. 

En este registro de voces, también vamos a incluir los nombres de algunas de las deidades prehispánicas conexas con la leyenda de la Llorona. Para tal efecto, reproduzco esta afirmación:

En México, lugar donde nace la leyenda, varios investigadores estiman que la Llorona, como personaje de la mitología y de las leyendas mexicanas, tiene su origen en algunos seres o deidades prehispánicas como Auicanime, entre los purépechas; Xonaxi Queculla, entre los zapotecos; la Cihuacóatl, entre los nahuas; y la Xtabay, entre los mayas lacandones. Siempre se la identifica con el inframundo, el hambre, la muerte, el pecado y la lujuria. En el caso de Xtabay (o Xtabal), esta diosa lacandona se identifica como un espíritu malo con la forma de una hermosa mujer cuya espalda tiene forma de árbol hueco. Al inducir a los hombres a abrazarla, los vuelve locos y los mata. La diosa zapoteca Xonaxi Queculla, en tanto, es una deidad de la muerte, del inframundo y de la lujuria que aparece en algunas representaciones con los brazos descarnados. Atractiva a primera vista, se aparece a los hombres, los enamora y los seduce para después transformarse en esqueleto y llevarse el espíritu de sus víctimas al inframundo. Auicanime era considerada entre los purépechas como la diosa del hambre (su nombre se puede traducir como la Sedienta o la Necesitada). También era la diosa de las mujeres que morían al dar a luz en su primer parto, las cuales, según la creencia, se volvían guerreras (mocihuaquetzaque), lo que las convertía en divinidades y, por ende, en objetos de adoración y ofrenda.​ Esta abundancia de diosas conectadas con cultos fálicos y de la vida sexual fue génesis no solo de la Llorona, sino también de otros fantasmas femeninos que castigan a los hombres, como la Siguanaba, la Cegua o la Sucia. (Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Llorona).

La diosa mexica Cihuacóatl.
(Imagen bajada de https://es.wikipedia.org/wiki/Llorona)

Édgar Colmenares del Valle

Academia Venezolana de la Lengua

3 comentarios

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