– De inmediato, vamos a dialogar sobre una de esas leyendas que encajan en lo que popularmente se llama cuentos de ánimas o cuentos de muertos y aparecidos. Hoy contaremos con la participación de mis hermanos Manuel y Antonio como invitados especiales. Ellos nos traen varios detalles de una historia muy interesante. Para comenzar… yo me atrevo a afirmar que no hay una región o un sitio donde no salga un muerto o donde no silbe un ánima. Muchos de ellos y de ellas, por ser milagrosos, se han hecho objeto de la devoción popular y se les venera como si fueran miembros del santoral católico. De hecho, el muerto se convierte en ánima cuando comienza a hacer milagros y, por esta razón, a ser venerado y recompensado por los fieles con velas, rezos, dinero en efectivo, pequeñas imágenes de oro o de plata, objetos de uso personal y cualquier otro tipo de ofrendas. Diariamente, a orillas de los caminos y las carreteras, encontramos túmulos, cruces y hasta capillas adonde acuden los devotos a pagar una promesa o a encender una vela como testimonio de agradecimiento por el favor recibido. Hemos sabido de casos en los que la capilla, convertida en santuario de peregrinación y en centro de recepción de ofrendas y donaciones, es administrada por un sacerdote católico, pero, al mismo tiempo, es centro de reuniones de espiritistas y de otras personas practicantes de diferentes ritos y cultos religiosos.
Con cierta frecuencia, ese sitio se convierte en un centro turístico y comercial que, con el tiempo, termina siendo una parada obligatoria de los viajeros que transitan esa ruta y, por esta circunstancia, un factor de importante significación para la economía local a través de las visitas y peregrinaciones organizadas desde diferentes regiones y, además, a través de la comercialización de alimentos, bebidas de cualquier tipo, estampas religiosas, tarjetas, oraciones impresas, escapularios y, en fin, cualquier baratija que estimule la devoción y testimonie los milagros del ánima. Además, como consecuencia del incremento de la devoción, surgida de la capacidad del ánima para hacer milagros y de su popularidad entre creyentes y curiosos, ella se integra al patrimonio cultural y a la identidad colectiva de ese sitio y hasta de otras regiones. Así, su historia, a veces como relato en prosa o en versos, o como texto para ser teatralizado, declamado o cantado, se acrecienta y se inserta en la tradición. En otras palabras, se hace leyenda. Al respecto, tenemos dos buenos ejemplos: el Ánima de Picapica en Chaguaramas y el Ánima del Taguapire en Santa María de Ipire.
-Hay otros muertos que son malignos, son seres perversos que asustan o asombran a las personas que cruzan por donde sus almas vagan eternamente, expiando el castigo a que fueron sometidas a la hora de sus muertes. Y algunos, sencillamente, salen. Se dejan ver y exhiben sus características físicas. Por supuesto, todos asustan y, a veces, lo hacen de tal manera que las personas quedan asombradas durante mucho tiempo. Estos muertos no son milagrosos.
-Yo creo que es en los campos y en los pueblos, sobre todo en los pueblos pequeños o aislados, donde estos hechos o estas suposiciones aparecen. Yo insisto en afirmar que tales apariciones son favorecidas por la oscuridad, la soledad y, sobre todo, por el miedo y la superstición.
-Si tú hubieras vivido la experiencia que Manuel y yo vivimos viniendo de El Baúl hacia Dos Caminos no dirías eso. Espera que me den la palabra y escucharás lo que nos pasó con la muerta de la historia que vamos a contar dentro de poco.
-Y veníamos con una luna clarita.
-Bien. Sigamos… En los Llanos, por ejemplo, por dondequiera hay un ánima. Tanto en Colombia como en Venezuela. Y a cada ánima se le fabrica una historia y, entre ellas, a algunas se les compone una canción o un corrío. De esta práctica tenemos un antecedente en el Corrío a la Bola de fuego que recopiló don Arístides Rojas. Yo creo que después de la grabación con arpa del corrío de “Florentino y el Diablo” con el maestro José Romero Bello y el Carrao de Palmarito se incrementó esa práctica. Conviene recordar que con antelación a esta grabación, ya en 1954 se había estrenado la “Cantata criolla”, del maestro Antonio Estévez, cuyo tema de inspiración es ese fabuloso contrapunteo entre Florentino y el Señor de las tinieblas. Además, debemos decir que antes de esta producción del maestro Romero y el Carrao ya se habían grabado algunas leyendas, pero después de esa versión del Florentino se desató una producción discográfica de viejas y nuevas leyendas. Antes del Florentino, para citar un ejemplo, alguien cuyo nombre no recuerdo y cuya grabación se me extravió y no he podido reponerla, grabó la leyenda de Nicanor y el Diablo con el simple título de “La leyenda”. Posteriormente, en 1959, la grabó Mario Suárez y después Raquel Castaños. Ambos, con el título de “Nicanor y el Diablo”. Por su parte, con música de Zumba que zumba, en 1958, Carlos González grabó el “Ánima de Picapica” y, posteriormente, el mismo José Romero grabó “La leyenda de la Rubiera”, acompañado por Antonio Barsey y Juan del Campo. Entre las viejas y, de hecho, tradicionales leyendas se revivió “El Silbón”. A él, dueño y señor de la fantasía llanera, se le homologó con otros espantos y se le vinculó con historias como la de “Juan Hilario”, se le hizo nativo de Guanarito, un pueblo del estado Portuguesa y hasta se le creó una pareja: “La Silbona”, a quien también se le compuso un joropo que grabó el Carrao de Palmarito con música de “Pajarillo”. Otras leyendas fueron inventadas en esos momentos con fines meramente comerciales y, entre ellas, alguna se popularizó. Desde entonces y hasta nuestros días, también se han producido algunos cortometrajes y documentales y, sobre todo un extenso y variado repertorio audiovisual que tiene en Youtube una extraordinaria recepción. En estas producciones, como sustrato conceptual, se da prioridad a la imagen bifásica del ánima, a su castigo y al miedo que ella inspira.
-Pido la palabra. Yo soy Manuel. Gracias por invitarme. Para esta sesión, yo preparé y les traje una relación escrita de algunas de esas leyendas cantadas y grabadas. De las propias y de las otras. Es, simplemente, una muestra. Cada uno de ustedes va a recibir una copia. En esta relación me llama la atención la presencia de una leyenda gaucha que forma parte del Repertorio poético del declamador venezolano Luis Edgardo Ramírez quien la grabó hace muchos años. Se trata de la “Leyenda del horcón” y, repito, por su origen, me llama la atención verla en esta lista, cantada por José Romero Bello y Luis Lozada, el Cubiro. En la lista, también encontrarán el nombre de Juan Harvey, poeta y declamador colombiano y de Juan Farfán, cantante y compositor de reconocida popularidad, nacido también en Colombia. Igualmente, preparé una segunda lista con algunas de las composiciones y videos dedicados al Ánima del Taguapire cuya historia conoceremos posteriormente. Ahora, en este primer repertorio, tenemos:
Carlos González. “Ánima de Picapica”.
Carlos Machuca. “Ánima de Picapica”.
César Bernal y Alexis Unda. “Florentino y el Diablo”.
Cristóbal Jiménez. “Ánima de Mata ’e Silva”.
Dámaso Figueredo. “La muerta de las Galeras del Pao”.
El cazador novato. “El espanto del motor”.
Fabio Salcedo. “El Corrío de la Sayona”.
Francisco Montoya. “El espanto del Troncón”.
Hipólito Arrieta. “El muerto de las Tres Matas”.
José Daniel Quintero. “Tributo a mi Reina María Lionza”.
José Romero Bello y El Carrao de Palmarito”. “Florentino y el Diablo”.
José Romero Bello y Luis Lozada, el Cubiro. “La leyenda del Horcón”.
José Romero Bello, Antonio Barsey y Juan del Campo. “Leyenda de la Rubiera”.
José Romero Bello y Ramón Castillo. “El espanto del Troncón”.
José Vicente Rojas. 1) “La leyenda de Kirpa” (José Vicente Rojas). 2) “La leyenda de Uverito (Gualberto Morales).
Juan Farfán. 1) “Rompellano”. 2) “La majada del Diablo”.
Juan Harvey. 1) “El caporal y el espanto”. 2) “El ánima de Santa Elena”. 3) “El jinete misterioso”.
Los Olimareños. “Florentino y el Diablo”.
Mario Suárez- “Nicanor y el Diablo”.
Natividad Díaz. “La majada del Diablo”.
Raquel Castaños. “Nicanor y el Diablo”.
Víctor Véliz. “A María Lionza”.
-A lo dicho anteriormente por Manuel, yo quiero agregar lo siguiente: para optar al Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Carabobo, en el 2015, Duglas Moreno presentó un trabajo titulado Lo siniestro en el imaginario de la leyenda fantástica en la llanura venezolana. En él, además de toda una serie de consideraciones teóricas y metodológicas se hace un estudio de una buena parte de las leyendas llaneras. Entre estas recordamos:
Florentino y el Diablo
Federico y Mandinga
La leyenda de la Mula maniá de la Mata Carmelera
La cascabel del Diablo
La leyenda de Juan Machete
La leyenda del hachador perdido
La leyenda de Paulino el turupial y Custodio Quendo
La historia de las Galeras del Pao
La leyenda del Silbón
La historia de la Sayona
La leyenda de la Llorona
En relación con ”Federico y Mandinga”, “La leyenda de Juan Machete” y “La leyenda de Paulino el turupial y Custodio Quendo” recordamos que las dos primeras fueron grabadas por José Jiménez (El Pollo de Orichuna) y José Alí Nieves y la tercera por José Romero Bello y el Carrao de Palmarito.
-Bien, sigamos… En ambas listas está la leyenda que vamos a comentar: “La muerta de las Galeras del Pao”, grabada por Dámaso Figueredo, uno de los mejores exponentes del canto llanero genuino, nacido en Guardatinajas (Guárico) el 27 de marzo de 1939 y fallecido en Maracay (Aragua) el 26 de agosto de 1992. De esta leyenda, hasta hace poco, yo conocía solamente esta versión de Dámaso Figueredo escrita en versos octosílabos. A mediados de este año, en medio de la búsqueda de información sobre ésta y otras leyendas, encontré un texto con el mismo título incluido en el libro El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña y de otras latitudes que es una compilación hecha por Isaías Medina López y Duglas Moreno publicada el año 2007 en San Carlos (Cojedes) por la UNELLEZ. En dicha publicación, se incluye una nota explicativa del origen de este texto, escrito en prosa y remitido a un concurso de cuentos “fantasmales”. También en Youtube hay una versión de este relato. (Cf. https://www.youtube.com/watch?v=qQUPyY1tVXk). En ese cuento, como parte de la historia de “La muerta de las Galeras”, se inserta la aparición, atropellamiento y posterior desaparición de una mujer en la carretera por donde los personajes del relato se desplazan. Una vez superados el asombro y el susto, uno de los personajes recuerda que en ese sitio sale esa mujer que se lanza a los vehículos que pasan de noche por ahí. La identificó como “La muerta de las Galeras”. Luego, el cuento sigue con una historia que coincide totalmente con los hechos, los personajes y buena parte del vocabulario utilizado en la composición cantada por Dámaso Figueredo. No sé si en algún otro texto haya una versión, en prosa o en verso, anterior a las dos que estamos citando. Si no la hubiera, todo hace pensar que el cuento es una reelaboración de la versión cantada por Figueredo aderezada con la historia de otra leyenda. Pienso que, al respecto, la revisión de la fecha de la grabación de este disco y la del fallecimiento de este cantautor llanero, confrontadas con la fecha de aparición del libro y los años transcurridos entre la escritura y publicación del cuento, aclararía cuál de las dos versiones fue primera. No deja de llamar la atención, el hecho de que el cuento, según la nota explicativa que lo acompaña, “llegó al concurso más de trece veces” y siempre que “fuimos a revisar la plica de su autor, siempre estaba vacía”. En definitiva, a continuación vamos a transcribir el texto grabado por Figueredo. En él, antes de comenzar y después de finalizado el canto, se da un diálogo entre el cantante y un personaje identificado como Lorencito que identifica al intérprete con el nombre de Don Roso. Luego, para hablarnos de esta particular fusión de una leyenda con otra, tendremos las intervenciones de Manuel y de Antonio. Cuando lo consideremos conveniente, insertaremos fragmentos del cuento anónimo y “fantasmal” ya comentado. Vamos, entonces, con Dámaso Figueredo. Aprecien, además de la historia, la escritura informal, la sintaxis y el léxico.
-Lorencito, te voy a contá algo grande de las Galeras del Pao. Una vez, se acercaba la Pascua y yo necesitaba carne fina para las hallacas. En la Vuelta de La Leona había un mango que le bajaban lapas como coporo en el río Arauca. Me encaramé a las siete de la noche, y a eso de las siete y media había matao veinte, me faltaban diez. Y esa luna clarita, chico, veo un bulto que viene derechito hacia mí. Noté que era una mujer, me concentré a verla: ¡qué belleza! Tuve que hablarle “Hermana por parte ´e Dios, diga lo que se le ofrezca, pa´ sacala de sus penas, con tal pueda”. Me dijo “Tengo una música para regalártela”, no me la dijo tarareado, me lo dijo en umjú: “Umjú, umjú, um, umjú, um, um.” Y ahora se la canto:
No pase por allí solo,
amigo mío,
tarde después que oscurezca
en las Galeras del Pao,
saben que sale una muerta
cerquítica de la Leona
casi en la tercera vuelta
con una vela prendía
y las manos en la cabeza
señalando con el pico
hacia una mora seca.
Nadie se atreve a hablale
a ver si dice
la pena por qué ella peca,
si es que tiene algún tesoro
o murió debiendo promesa
y su alma está perdida
uno se para y le reza,
si es por asustar que sale
mejor la dejemos quieta,
pero cuando vaya al cielo
le cierren todas las puertas.
Yo no pensaba que un ser humano en el mundo
después que muere
tuviere tantas molestias
pero hay millones de cosas
que no han sido descubiertas
debieran a publicarse
y nadie las manifiesta
sin otorgar el consejo
que nos da el cura en la iglesia.
Primeramente el rico
y su capital
sólo se ocupa administrá su riqueza,
el pobre casi no duerme
contemplando la pobreza
soñando con el destino
cuál será su mala suerte
sabiendo que en este mundo
todo es por naturaleza.
Un muerto dicen que sale
si en esta vida
deja una cosa mal hecha,
a veces que por sus padres
por alguna malcriadeza
si es mujer y es casada
su esposo, no lo respeta
y uno el hombre a la mujer
le da son malas respuestas
más bien debemos decirle
que Dios me la favorezca.
La muerta de la Galera,
vale la pena,
que nadien se compadezca,
cometió el crimen más grande
que en el mundo no se acepta
mató a su padre y tres hijos
en un tiro de escopeta,
al momento del destino
los cuatro estaban en recta,
de la oreja de un caldero
fabricó la palanqueta.
No fue conforme
con el crimen desastroso
sino que bailaba
como que tenía una fiesta
y cuando se dio de cuenta
que ya estaba descubierta
le metió candela al rancho,
sólo sacó su maleta,
buscó rumbo hacia El Baúl
como una mujer desierta.
Pero el destino
es algo tan poderoso
que sólo Dios
firma con su propia letra,
el que la debe la paga
sin que haya una protesta,
en los bancos de Paraima,
allí la encontraron muerta,
picá de una cascabel
en la canilla derecha.
-Perdóneme la pregunta, don Roso: ¿Y era que esa muerta era muda?
-Muda no, chico, tú sabes que la gente cuando se muere lo primero que se le pudre es la lengua y le quedan, puramente, los dos corotos de ancías, por eso cuando va a da rial o tiene una pena lo hace por señas o en “ummjú”.
-Antes de que le des la palabra a Antonio, déjenme decirles que además de la versión cantada por Dámaso en ese estilo tan peculiar, tan propio, yo conozco otras tres grabaciones de ese mismo tema interpretadas por Elisa Guerrero, Santos Silva y Winston Leal.
-Un saludo para todos. Yo soy Antonio. Yo no dudo en afirmar que en el cuento se han mezclado dos leyendas diferentes. La mujer atropellada no es la misma muerta de las Galeras. Así el accidente haya sido en la vuelta de la Leona, cerca de una mata de mango. Yo he oído narrar, en varias partes del país, esa historia de una mujer que sale de la orilla de la carretera y se atraviesa para que la atropellen. También leí una página en Internet donde se dice que en Puerto Rico la leyenda de esta mujer a quien llaman el Fantasma de la curva se mezcla con la leyenda de la Llorona. Allá cuentan que una mujer sale en un sitio que llaman las Calabazas pidiendo que la lleven y aunque la ignores se te embarca en el carro. Aquí, sé de un sitio donde ella sale siempre, la misma mujer. Con el mismo vestido. Lo que no he sabido es si su muerte fue un arrollamiento accidental o un suicidio. Pero sí sé ciertos detalles y se los voy a contar. Eso era por la carretera nacional, cerca de la capilla de José Gregorio Hernández en Ortiz, yo no sé si todavía está el túmulo ahí, hace tiempo que no lo veo. El cuento es que aquí, a San Fernando, llegaron unos dominicanos a vender productos de limpieza, nos hicimos amigos porque jugaban basquetbol y yo tenía un equipo. Ellos tenían que ir a Maracay a buscar los productos y una noche, cuando venían de regreso como a la una de la mañana, en una de esas curvas, estaba una mujer en la orilla de la carretera. Cuando la camioneta se le acercó, la mujer caminó hacia ella. El chofer la esquivó, pero siempre le llegó con la parte de atrás. Se bajaron todos y comenzaron a buscarla. Cuál no sería su sorpresa cuando se hallaron con la tumba que en ese tiempo tenía la foto de la mujer y de paso con el mismo vestido que llevaba al atravesarse. Asustados y viéndose todos entre sí, se embarcaron y llegaron a Dos Caminos. Ahí durmieron juntos esa noche y estuvieron así como una semana. Yo me enteré de esto porque un día el chofer, que se llamaba Servio, me dio la cola para Maracay y me echó el cuento y, de paso, nos paramos en el túmulo a prenderle unas velas que él llevaba. Y, en mi presencia, le suplicaba que no lo volviera a hacer, que ya lo había asombrado.
-Antonio, acuérdate del detalle del túmulo.
-Ah!, olvidé decir que el día que fui con Servio vimos que sobre el túmulo había una placa con una foto grabada y más abajo de la foto decía Violeta Icarraza y una fecha que no alcanzamos a leer por lo que nos pasó en ese momento. Servio se quedó viéndome, se puso pálido, comenzó a sudar y casi tartamudeando me dijo: -Vámonos, es ella y en este momento siento que está aquí, a mi lado. Casi corriendo nos fuimos a la camioneta donde nos esperaba César que no quiso acompañarnos.
-César es otro de los dominicanos a los que se refirió Antonio. César Almonte. Él iba esa noche. Esa misma historia yo la oí en Tintorero, ese pueblito de artesanos que está más allá de Barquisimeto. Ahí cuentan que, antes, desde hace tiempo, en las curvas de San Pablo, salía una monja que al acercarse el carro se le metía de frente. Uno de los tipos que echó esta historia me dijo: -Yo me cansé de llevármela por delante cuando era camionero y viajaba de noche. Hasta que una noche, después de haberla atropellado, la monja se me sentó al lado y casi que me mato con otro carro que venía de frente. Hasta ahí llegó mi vida de camionero. Pero lo mejor de esta historia, fue lo que nos sucedió a Antonio y a mí una noche que, a fines del mes de agosto, veníamos de El Baúl hacia Dos Caminos… Y veníamos con una luna clarita cuando…
-Espera, Manuel, déjame que yo cuente el resto de esa historia. Pero antes, como ya conocemos las dos historias que hay en este cuento y ya tenemos el texto cantado por Dámaso, vamos a puntualizar cómo ocurrieron los hechos en cada una de ellas. Sin duda, la primera historia del cuento no tiene nada que ver con los sucesos que Dámaso canta y la segunda, por su semejanza argumental y por la utilización del mismo vocabulario, parece ser una recreación o, quizás, una reelaboración en prosa del texto escrito en versos. Leamos estos dos fragmentos que en el cuento resumen lo esencial de cada una de las dos historias:
No habían transcurrido cinco minutos cuando justamente en la vuelta de la Leona, de la pata de un mango grande que está a la derecha, salió una mujer corriendo y se abalanzó sobre el carro, los tres la vieron muy bien porque la velocidad no era muy alta. Era una mujer muy blanca de larga y negra cabellera que le caía sobre el rostro. Mario clava los frenos emitiendo un chirrido que se confundió con el grito espeluznante de María, rompiendo el silencio de la noche, logrando detenerse un poco más adelante, como atontado al volante, Mario repetía sin cesar, matamos esa mujer, matamos esa mujer. (…) Caminaron varios metros hacia atrás, volvieron a la camioneta, revisaron todo muy bien, no había rastro de sangre ni de nada, una chupa hueso pasa sobre sus cabezas y pega su chillío, perdiéndose en la oscuridad de la noche, un escalofrío se fue apoderando del cuerpo de aquellos hombres erizándoles la piel.
-María será mejor que nos vayamos, aquí pasa algo muy raro, en el camino le cuento.
Abordaron la camioneta y continuaron su camino. Una vez repuesto de la impresión Don Nicolás les dice a sus compañeros:
-Miren muchachos lo que vimos esta noche fue una mala visión.
… … … … …
– Bueno, lo que vimos fue la muerta de la galera, desde que yo andaba con mi taita por estos caminos sé que sale una mujer por aquí. (…) Decía mi taita que esa era un alma pérdida y que vale la pena que nadie la compadezca.
– Papá, será ¿Qué tiene algunos reales enterrados? ¿O murió debiendo promesa?
– No, mija, es que esa muerta cometió un crimen muy feo que en el mundo no se acepta, mató a su padre y a sus tres hijitos con un tiro de escopeta y no conforme con eso bailaba como si fuera una fiesta, y cuando se dio cuenta que ya estaba descubierta le metió candela al rancho y sólo sacó su maleta.
– Y ¿Para dónde se fue?, pregunta María.
– Dicen los que la miraron que buscó rumbo hacía El Baúl, como la mujer desierta. Pero fíjese, mija, que sólo firma con su propia letra, el que la debe la paga, en los bancos de Paraima, allí la encontraron muerta, picá de una cascabel y de allí en adelante quedo vagando esa muerta por aquí por las galeras de El Pao.
-Como ya oyeron, veníamos de El Baúl, en sentido contrario hacia donde se va la mujer de las Galeras después de hacer lo que hizo. Recuerden que a ella la mordió una cascabel en los Bancos de Paraima. A ella no la atropelló un carro, se murió porque la picó una cascabel. Bueno… y como ya oyeron íbamos Manuel y yo hacia los Dos Caminos y a punto de llegar a la vuelta de la Leona oímos desde el asiento de atrás del carro una voz femenina que nos dijo: -Me dejan enfrente de ese mango. De una vez clavé los frenos y Manuel y yo nos vemos y volteamos y no había nadie y al enderezarnos y ver hacia adelante vemos una mujer que nos pasa por delante del carro con las manos en la cabeza y la oímos cantando en ummjú la música de la canción que Dámaso grabó. De un solo cholazo, sin hablar, llegamos a los Dos Caminos. Nos metimos a la bomba a echar gasolina y a terminar de pasar el susto y, antes de que le habláramos, el bombero nos dijo: -Vienen asustados ¿verdad? Seguro que llegando a la vuelta de la Leona les salió una muerta. Hoy es 26 de agosto. ¿No les cantó en ummjú? Para esta fecha, desde hace ya casi treinta años, ella sale de noche en ese pedazo. El año pasado, un señor contó que ella caminaba con una cascabel guindada de la canilla derecha.
Édgar Colmenares del Valle
Academia Venezolana de la Lengua
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